El 21 de julio de 1969 el librero Luis Bardón enviaba una carta a Antonio Rodríguez-Moñino, que se encontraba en la Universidad de Berkeley donde ejercía la docencia desde hacía algunos años. En ella, le pregunta por su salud, valga recordar que el eminente bibliógrafo moriría el otoño del año siguiente; le comenta la inminente salida de su monografía sobre Sancha [Madrid: Castalia, 1971], aunque ésta se retrasó y apareció póstuma, el colofón indica que se terminó de imprimir el 14 de marzo de 1971 y le cuenta que he encontrado un manuscrito sobre cocina, y he pensado que tal vez a su mujer le puede hacer gracia, así que mañana se lo enviaré por avión, es un pequeño obsequio. El afamado librero madrileño cumplió su promesa, el manuscrito partió para tierras americanas y pasó a formar parte de la mítica biblioteca del ilustre académico1. Doña María Brey Mariño, su viuda, me lo enseñó por primera vez unos meses antes de su muerte, acaecida a comienzos de 1995; comentándome el aprecio que le tenía y que, incluso, en alguna ocasión había intentado poner en práctica alguna de las recetas en él recogidas. Pude, entonces, echar una breve ojeada y quedó para más adelante una lectura detenida, pues le preocupaba la cronología del manuscrito y las peculiaridades lingüísticas del mismo. En las últimas visitas a doña María a ambos se nos olvidó mencionar el cuaderno culinario y, tras su muerte y junto con la biblioteca, fue a depositarse en la Real Academia Española.