Para la gente de su pueblo, Silvano es un niño raro y solitario al que, además, le gusta escribir poesía. La incomprensión que siente desaparece cuando conoce al director de una compañía de teatro ambulante, que le va a transmitir su pasión por los versos y el respeto y el cuidado de sus caballos: Zoa y Azor. Pero Tomás, el primo de Silvano, y sus amigos están siempre dispuestos a meterse con él.