En el Zen hay una gran diferencia entre aprendizaje y conocimiento. Déjame que te explique. El conocimiento es prestado; el aprendizaje es tuyo. El conocimiento se adquiere a través de las palabras, el lenguaje, los conceptos; el aprendizaje se adquiere a través de la experiencia. El conocimiento siempre se acaba: ya lo sabes, así que ya está. El aprendizaje nunca se acaba, siempre está en el camino. El aprendizaje es un proceso: uno sigue aprendiendo hasta el último momento. El conocimiento llega hasta un punto donde se para, y se convierte en ego. El aprendizaje no se para nunca, se mantiene humilde.
Si te muestro una flor, tú no la verás directamente; dirás: Sí, es una hermosa rosa. ¿Qué necesidad hay de decir que es una rosa? En cuanto dices que es una rosa, se han metido en ella todas las rosas que has conocido en el pasado. En el instante que dices que es una rosa, la estás comparando con otras flores, la estás identificando, la estás categorizando. En el momento que dices que es una rosa, y que es hermosa, has metido todos tus conceptos de belleza, memorias de rosas, imaginaciones, todo. La rosa se ha perdido entre la muchedumbre.
El maestro simplemente se queda sentado, sin hacer nada, y el discípulo espera que el maestro haga algo. Luego llega la primavera. Y cuando se encuentran, la hierba crece por sí sola. De hecho, la verdad es un acontecimiento; uno solo tiene que permitirlo. No hay que hacer nada directamente; uno solo tiene que permitirlo. No serás capaz de saberlo hasta que ocurra, porque tú lo único que sabes es que cuando haces algo ocurre algo. Cuando tú no haces nada, no ocurre nada. Así que tú no tienes ni idea de que hay una dimensión completamente diferente de las cosas.