El único deseo de Tim es dejar de ser Tim el pequeñajo, Tim el gordinflón. Por eso, cuando llega su cumpleaños, sólo pide eso. Pero el regalo de sus padres es un auténtico chasco: un par de zapatos, una mochila y la promesa de una larga excursión veraniega con su padre. ¿Será que los deseos recorren caminos inimaginables insospechados para que se cumplan?