«El hombre no es el dueño de la vida, es el custodio, el administrador, y la mujer, la cuna donde el Creador deposita su tesoro», comentó en uno de sus discursos Benedicto XVI. Todas estas reflexiones me han venido a la mente leyendo la obra teatral de José María Velo de Antelo. Esta obra plantea una situación en el contexto de una sociedad, que podríamos definir de «manga ancha», donde se ha legalizado la interrupción de la maternidad. La obra plantea el problema de una pareja a la que un embarazo no deseado le desmorona sus planes y no están dispuestos a sacrificar por un hijo su independencia, su comodidad. Él lo tiene muy claro: ¡No quiere a ese ser inocente que es carne de su carne! A ella le envuelve la duda y le asaltan los miedos; rechaza la maternidad ayudada por el cinismo, la frivolidad, el egoísmo de una amiga. ¡Va a matar al niño que lleva en sus entrañas! En los actos y en un crescendo de diálogos dramáticos, se enfrentan y se delinean las dos parejas; cada una tiene una visión diversa del problema hasta conducirnos a un final que es... ¡Un canto a la vida!