«Es un placer considerar estos dibujos infantiles como obras de arte; pero también es nuestro deber recordar que son signos de los tiempos, síntomas de nuestra civilización contemporánea». Aldous Huxley se prestó a escribir una introducción a este libro publicado originalmente en 1938 en Nueva York, muy lejos de las colonias donde niñas y niños se refugiaron de las bombas que caían sobre pueblos y ciudades durante la guerra civil española. Cuando empieza un conflicto, los niños están destinados a ser víctimas y espectadores. Los adultos son siempre quienes llevan la voz cantante. ¿Qué sucedería si a los niños se les ofrece la oportunidad de contar lo que han visto? Por ejemplo, una guerra. Este libro responde a esta pregunta por medio de sesenta dibujos que cumplen a la perfección con lo que dijo Lorca en una conferencia: «[El niño] está obligado a ser un espectador y un creador al mismo tiempo, ¡y qué creador maravilloso! Un creador que posee un sentido poético de primer orden. Muy lejos de nosotros, el niño posee íntegra la fe creadora y no tiene aún la semilla de la razón destructora. Es inocente y, por tanto, sabio. Comprende, mejor que nosotros, la clave inefable de la sustancia poética». El libro se publica justo cuando se cumplen 80 años del final de la Guerra Civil.