Parece como si Lourdes Oñederra hubiese esperado el tiempo necesario para, reflexionando sobre el peso de los recuerdos, poder urdir con éxito una trama excepcional que normalmente corresponde a escritores con una extensa biografía literaria, pues sorprende que en esta primera novela suya haya sido capaz de dar con este intenso relato que ha obtenido el Premio de la Crítica y que ha atrapado, por su valentía y riesgo a la hora de descubrir las confesiones de una mujer adulta y casada, a tantos lectores. Escrita en torno a las sensaciones y vivencias de un diario personal que se divide tras las coordenadas emotivas que coinciden con las estaciones del año, la protagonista, una mujer a medio camino entre los treinta y los cuarenta, repasa su vida con lupa, hablando sin concesiones del amor, del cansancio, del aburrimiento, de la amistad, en una época en la que los recuerdos de la niñez empiezan a quedar lejos. Los recuerdos que no se comprenden tienen que volver a abrirse una y otra vez, y quizá recordar sea la vida, se nos dice en las páginas de Y la serpiente dijo a la mujer, un título que sirve a la autora para mirar alrededor del mundo de la mujer, que carga sus dudas sobre el amor cuando el cuerpo se ha agotado en un itinerario donde todos buscamos refugio, ocupados como estamos en entender la vida, el tiempo y otras ataduras biológicas o sentimentales.