Hoy en día todos damos por descontado que estamos integrados en Europa, pero casi nadie imagina hasta qué punto el diseño actual de nuestra sociedad depende de ella. El ciudadano medio da por supuestas las ventajas de la ciudadanía europea, pero no cree tener motivo para estar especialmente orgulloso de ella. Suele protestar ante las decisiones de las instituciones europeas que se le presen-tan como muy negativas en los medios públicos, mientras que acepta con naturalidad las que incrementan su bienestar, sin conectarlas con aquellas ni imaginar qué difícil resulta tomarlas y cuánto podría perder si no se protegen los valores e intereses que defienden. Para que la gran democracia que hemos conseguido establecer para vivir en hermandad pueda seguir desarrollándose, es necesario cambiar esta percepción y hacerla coincidir con la realidad. Por eso quienes somos conscientes del alcance de la construcción europea y de cuánto ha costado llegar hasta ella, no escatimamos esfuerzos en intentar que también lo sea la mayor cantidad de gente posible. El proceso de concienciación del yo europeo debe comenzar cuanto antes, en la etapa estudiantil. Pero la vía idónea para conseguirlo es, más que el estudio, la vivencia propia. Vivir Europa pretende precisamente eso, concienciar a los estudiantes de la importancia de su pertenencia a Europa a través de sus propias vivencias. Tenemos el convencimiento de que ello les hará desear y conseguir ser mejores ciudadanos europeos, creando así una base sólida para un futuro estable de paz y prosperidad.