Las condiciones previas para una conversación entre Peter Handke y Peter Hamm fueron francamente idóneas ya que se conocen desde hace más de cuarenta años y les une una estrecha amistad desde hace tiempo. En este diálogo sostenido los interlocutores no son autor y crítico frente a frente, sino autores ambos que iniciaron su camino literario en los años sesenta y que reflejan, uno y otro, el proceso de creación con extraordinaria precisión; Handke, más allá de su propia obra, también como traductor y en calidad de ensayista que escribe sobre otros escritores, y Hamm en la de sensible y docto lector, como pocos. Cuando Peter Hamm pregunta a Handke acerca de la influencia de la infancia, de la madre, de sus años en el internado y en la universidad, acerca de sus comienzos literarios, de Kafka, de Wim Wenders y Thomas Bernhard, acerca de Yugoslavia, Alemania y España, de la relación entre la plegaria y la poesía, se comprueba de inmediato que conoce en todos los detalles la obra del otro. Abre así un espacio de conversación en el que Peter Handke se desenvuelve con extrema y desconocida sinceridad, agradecido por la mano que Hamm le tiende aun contrariándolo, pero buscando en todo momento la formulación correcta e ironizando incluso acerca de sí mismo. El pretexto para estas conversaciones fue el rodaje de la película sobre Peter Handke, El jugador melancólico, de Peter Hamm. El hecho de que este diálogo se llevara a cabo en un ambiente de aparente sosiego le otorga un ritmo literario que deja vislumbrar lo que hoy puede llamarse literatura.