En la obra se analiza la respuesta de las organizaciones campesinas del Chapare (Bolivia) ante la militarización de la región emprendida a partir de 1986 por las administraciones boliviana y estadounidense con el propósito de erradicar los cultivos de la coca. Esta respuesta ha incluido la adopción de un discurso de contenido más etnicista, convirtiendo la defensa de los cultivos de la coca en una apología de la identidad indígena.