Virgilio Leret goza del dramático honor de haber sido el primer ejecutado por los militares golpistas que se levantaron en África el 17 de julio de 1936. Estaba entonces al mando de la base de hidroaviones de El Atalayón, en las inmediaciones de Melilla, cuando fue atacada por los sublevados. Leret la defendió. Hecho prisionero, fue fusilado el 17 de julio de 1936. Pero Leret no fue solo un oficial ejemplar, leal a la República, de talante progresista y carácter abierto y familiar: además de escribir novelas, que firmaba con el pseudónimo El Caballero del Azul, también fue el inventor del primer motor a reacción, un avance que después revolucionaría la aeronáutica y que él no pudo desarrollar, pues estaba a punto de hacerlo su motor había interesado al propio Azaña cuando se produjo el golpe de estado. Su ejecución dio al traste con el proyecto, aunque su esposa logró conservar los planos y hacerlos llegar al gobierno inglés; a partir de ahí se perdió su rastro, si bien no puede ignorarse que Gran Bretaña logró el motor a reacción en 1941. Tal vez los planos de Leret ayudaron a ello. Tras el fusilamiento de Leret su esposa Carlota ONeill, que había desarrollado su trayectoria feminista como dramaturga y como directora del periódico Nosotras, fue detenida y separada de sus hijas, Carlota y Mariela. Fue juzgada por un tribunal militar dieciocho meses después de su detención y condenada a seis años de prisión, por saber ruso, por subversiva y por su responsabilidad en los actos de su marido. Finalmente, al salir de la cárcel, la esposa y las hijas de Leret consiguieron partir hacia su exilio.