Castilla y León es la tierra del vino. Del buen vino. Su riqueza ampelográfica, la diversidad de sus suelos y un clima riguroso han convertido a estos pagos en un lugar privilegiado para el cultivo de la vid y la elaboración de vinos de calidad. Pero no sólo eso. Los caminos del vino se entrelazan con la historia, el arte y la cultura hasta conformar un legado indisoluble que se ha ido fraguando desde hace miles de años, incluso antes de que los romanos se empleasen a fondo para elaborar el fruto de la vitis vinífera y sus plantaciones comenzasen a formar parte del paisaje habitual de esta tierra, bendecida para la elaboración de vinos de calidad. El éxito del que gozan hoy los vinos de Castilla y León es un reflejo de su pasado histórico. Los blancos de Rueda (conocidos a lo largo de los siglos como Tierra de Medina), los tintos de Toro, los de Cigales, los del Bierzo, los de Ribera, Arlanza, Arribes, Tierra de Zamora, Tierra de León? han formado parte siempre del devenir histórico de esta tierra, de la idiosincrasia de sus gentes, de sus hábitos culturales más arraigados, de su vida cotidiana y de su paisaje.