Después de largos años de inútiles demandas de reforma constitucional, un nuevo poder constituyente emerge tras el derrumbe de la Monarquía, arrastrada por la caída de la Dictadura que había dejado a España sin Constitución. A los días de euforia de la proclamación de la República el 14 de abril de 1931, siguieron semanas de intensos y apasionados debates: había que organizar un nuevo Estado que, al dotarse de una norma suprema, marcara un programa de reforma social. Los trabajos comenzaron pronto, con el Anteproyecto elaborado por la Comisión jurídica asesora, modificado en aspectos fundamentales por la Comisión parlamentaria de Constitución. Cuando culminaron su tarea, los diputados constituyentes estaban convencidos de que se abrían para España largos años de paz y de ventura. No fue así, pero su empeño y los textos en que quedó plasmado constituyen, tantas décadas después, una fuente de referencias y de perdurables enseñanzas para la actual democracia española.