En 1550 se publicaba la primera edición de la que todavía es la obra más importante para la historiografía del Renacimiento: Las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos de Giorgio Vasari, piedra angular por la que conocemos la biografía de los grandes genios del arte italiano. En ella, Vasari tan sólo mencionaba a un artista vivo: Miguel Ángel Buonarroti, y lo ubicaba como la cima insuperable de la evolución artística de todos los tiempos. Sin embargo, el genio florentino no se mostró satisfecho con algunas de las informaciones vertidas por su biógrafo. Consiguió que uno de sus pupilos, Ascanio Condivi, escribiera en 1553 un nuevo texto en el que corregía y enmendaba a voluntad lo escrito por Vasari, una información del que éste tomaría buena nota en su segunda edición, publicada en 1568. Testimonio insuperable para conocer el concepto que sobre el arte y su propia persona tenía el mismo Miguel Ángel, la Vita de Ascanio Condivi, que por primera vez aparece en una cuidada edición crítica en castellano, inicia la creación del mito del artista universal del Renacimiento y, por ende, de todos los tiempos.