Toda la obra poética de Nelly Sachs es un «viaje a donde el polvo no existe», un «viaje a la transparencia». Pero el viaje comienza en las «moradas de la muerte», en los campos de exterminio, donde los epitafios de las víctimas están «escritos en el aire», como el humo en el que se han trasmutado sus cuerpos. La lírica de Nelly Sachs proviene del desafío de expresar el horror con los medios del lenguaje literario. Un lenguaje que, en su poesía, tiene sus raíces en los libros de los Profetas, en los Salmos, la Torá y las leyendas del jasidismo. En un proceso paralelo al de la obra de su querido y admirado amigo Paul Celan, con quien mantuvo una imprescindible correspondencia, Nelly Sachs entrega en sus poemas una lengua nueva que, como la palabra sagrada y como toda poesía verdadera, no se impone sino que se expone a los sentidos, a la inteligencia y la emoción, a nuestra dicción y a nuestro silencio, como un permanente desafío. Hans Magnus Enzensberger escribió sobre su poesía: «Sus poemas son duros, pero cristalinos. No se disuelven en las lavazas de las interpretaciones. No son para leer de manera fácil y de inmediato. Aquí tenemos delante enigmas, que no se agotan en su desciframiento, sino que conservan un resto y ese resto es lo que importa».