La ausencia de barba es un rasgo que distingue a la mujer del hombre desde tiempo inmemorial. Considerada como un ser anómalo y ambiguo, a la mujer barbuda no se le permitió existir fuera del espectáculo. En su versión más extrema, la mujer víctima del síndrome de Ambras, fue mostrada al público y divulgada por la publicidad como el «eslabón perdido» de Darwin o como un híbrido de humano y simio. Con la incorporación al ámbito laboral y público, se recrudeció la tendencia a la desigualdad entre géneros. Entonces más que nunca se animalizó lo femenino por medio de imágenes que encubrían y manifestaban sentimientos misóginos, o se recurrió a su presunta afinidad con la esfinge o con la mujer felina. En una época como la nuestra, el tema del cuerpo peludo y la fantasía animalista sobre lo femenino nos ayuda a detectar la abyección de lo diferente y la cosificación de la mujer, y a reconocer la importancia de la construcción social y cultural en la identidad de las personas.
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