Entre los siglos VIII y XV vivieron en la península Ibérica gentes de las tres grandes religiones. Sus relaciones, calificadas tanto de intolerancia permanente como de idílica convivencia, siguen generando la controversia entre historiadores. El tema, sin duda, atrae la atención de muchos estudiosos interesados en el diálogo de las tres culturas. Sin embargo, hay un aspecto que ha pasado desapercibido, sin recibir la atención que merece: el papel que las mujeres desempeñaron en la coexistencia de las tres comunidades. Este libro nos brinda la oportunidad de observar cómo se desgranaba la vida de la mujer en la sociedad medieval, la de aquellas «judías e moras e entendederas», de las que se habla en el "Libro del Buen Amor". La autora ha rastreado los datos sobre ellas, escondidos entre las líneas de los documentos históricos, para descubrir el protagonismo de las mujeres, especialmente en la conservación de rituales y tradiciones. Postergadas por los tres monoteísmos, las mujeres debían limitarse a las tareas de la casa. Pero la exclusión de los espacios masculinos las llevó a crear sus propios ámbitos. Cumpliendo con sus tareas domésticas frecuentaban el pozo, el horno, el baño. Allí se familiarizaban con la rutina diaria de «la otra», y aprendían sus costumbres, sus modos de cocinar, cómo criaban a sus hijos o cómo cumplían con sus deberes religiosos. Este estudio se adentra en la influencia de las relaciones personales en la forja de una cultura. María Jesús Fuente aborda distintos ejemplos de mujeres, a través del estudio de los lugares que frecuentan, el análisis de los sistemas de pensamiento acerca de la mujer, su papel en la aculturación y asimilación de su grupo. Para ello examina la teoría y la práctica, los escritos religiosos, filosóficos y jurídicos, la producción literaria, la poesía, el arte o la música, los rituales del nacimiento, matrimonio y muerte, las actitudes de amor, odio y violencia hacia las mujeres, el papel del matrimonio en sus vidas, el acceso y su participación en el mundo de la cultura. Con todo ello, logra un panorama profundo y a la vez cercano. Aquí podemos conocer personajes fascinantes como Florentina, hermana de san Isidoro, o En, monja pintora; nos habla de una bellísima judía, Doña Raquel, o de una poetisa de Al-Ándalus, como Hafsa de Guadalajara; y averiguamos cómo era la vida de la amante cristiana de Alfonso X, y de aquellas maltratadas, como Fátima Curruta o Jamila Abenaçoh. Personas con nombre y apellido, hijas de su tiempo, que despliegan ante nuestros ojos una época de convivencia, fe y rebeldía. Las mujeres, visibles u ocultas, con voz propia o silenciadas, son las auténticas protagonistas de esta historia.