Este libro aborda la historia de un tributo, el urundiru, desde su creación en torno a 1420 hasta su desaparición en 1760. Era una tasa que pagaban a la ciudad los labradores que vivían en las aldeas de la jurisdicción de Vitoria, sus mujeres, hijos e hijas mayores de siete años y los hidalgos e hidalgas que trabajaban en casas acomodadas. Según el testimonio de los labradores se trataba del dinero de la harina, aunque en realidad era la cantidad que la ciudad les cobraba por no pesar la harina en el peso público, como lo hacían quienes vivían dentro de la muralla. La oligarquía vitoriana intentó cobrarlo en 1753 tanto a vivos como a muertos que no lo habían pagado durante la primera mitad del siglo. En ninguna ciudad de las coronas de Castilla y Aragón se cobraba. Solo en algunas ciudades del norte de Italia puede encontrarse algo semejante.