Hoy hacen falta testigos más que maestros. Los maestros enseñan doctrinas. Los testigos han visto y dicen lo que han visto. Por ambos costados San Juan de la Cruz es testigo y maestro, mistagogo, porque enseña lo que ha experimentado y cómo lo ha vivido. Y lo hace con convicción y persuasión, y, además, exquisitamente. Sólo un pero para los lectores del tercer milenio. Escribió hace cuatrocientos años. Lo que testifica y enseña es inmutable, pero el molde ha cambiado muchísimo. ¿Cómo paliar esa desventaja? El autor ha roto el nudo. Su preparación, sensibilidad, el profundo conocimiento de San Juan de la Cruz y de los lectores así como su estilo han conseguido en una brava y eficaz tarea que San Juan de la Cruz escriba hoy su Subida del Monte Carmelo, sus cartas o sus poesías. De ahí el título: Una nueva lectura... Con la valiosa originalidad de haber investigado las fuentes bíblicas, ascéticas y poéticas en que se inspiró San Juan, y la riqueza de los comentarios.