Estas páginas quisieran mostrar una obra maestra de la gracia, a saber, la configuración de una vida humana que, cual blanda arcilla, se deja modelar sin la menor resistencia por las manos divinas. El resultado es la arcilla trocada en pura luz. Teresita no era un ser humano excepcional –estuvo llorando durante casi la mitad de su vida. Poseemos en común con ella el barro de nuestro origen y también el soplo divino sobre este barro: la libertad de los hijos de Dios. Este don está totalmente en nuestras manos a fin de que podamos caminar como hijos de la luz (Ef 5.4).