El diecinueve de julio del 2012 no fue un día cualquiera en la vida de la protagonista del libro. Ese día cambió su vida: a la mujer del narrador le diagnostican un cáncer de páncreas. La vida perderá en adelante la sabia fluidez de la cotidianeidad para, a cambio, pasar a formar parte del mundo de los enfermos, reino todavía desconocido, de contornos poco claros y pálidas certezas. Es ahí donde surge Tú, en ese tránsito brutal de una existencia a otra que viene sentenciada por el diagnóstico fatal. Así, dictamen en mano -la ramita dorada que dirían los clásicos, como requisito imprescindible a la hora de adentrarse en el reino de las sombras- emprende el viaje hacia una nueva vida discreta en su sencillez, si acaso no menos intensa y apasionada que la anterior, aunque siempre vulnerable a la tristeza y el abatimiento. Son numerosos los personajes y relatos con los que se cruza el narrador a medida que transita las galerías del sufrimiento de los pacientes: La montaña mágica de Thomas Mann, La peste de Albert Camus o los libros de Susan Sontag. También sus protagonistas fueron enfermos, pacientes y habitantes del mismo reino doliente. A todos ellos se unirán doctores y enfermeras, así como amigos entrañables que, como el cantautor y poeta Xabier Lete, tuvieron que ascender en más de una ocasión a esa pequeña colina, ya familiar, que alberga las esperanzas y las desdichas de sus moradores. Con todos ellos la novela cobrará una nueva dimensión. Las pequeñas alegrías y esperanzas, así como las lágrimas que asoman a los ojos de su mujer, ocuparán las horas y los días del narrador. Pero ¿no estaba recogido en los salmos que Dios conservaba todas nuestras lágrimas? Cuando nos acomete la duda de que quizás las nuestras no trasciendan los umbrales de este pequeño rincón del mundo, nos queda el consuelo de la literatura. El libro ahonda en el otoño de nuestra vidas, animado por una lucha ejemplar por la vida y la esperanza.