“Pienso yo que es un país también joven el que escucha historias. Y el que las cuenta”, afirma Yaremis Reyes, uno de los personajes inolvidables de este libro, que cuenta en una plaza de La Habana “Historias para soñar” a un peso. Como aquel poeta asturiano que sobrevivió en Italia vendiendo “Poemas a 10 liras” entre las damas romanas de alto copete. O como el cuentista mulato de las orillas del río Magdalena colombiano que alimentaba a los suyos narrando historias fabulosas de pájaros y peces que habitan las ciénagas inmensas de aquellas aguas convertidas temporalmente en océanos. Además de luminosa y mágica, La Habana es una ciudad profundamente literaria. Los cuentos, las ficciones, las historias se enredan en el aire cálido de sus calles. Solo hay que escuchar. Como la presencia leonesa en la ciudad y en la isla tiene una larga y a veces curiosa tradición histórica, nada tiene de extraño que afloren historias leonesas en la capital cubana, donde aún vive el mítico Genarín, o donde una serie de curiosos personajes celebran la primera botillada. Otro relato, sustentado en acontecimientos trágicos en vías de recuperación, conduce al lector hasta Che Guevara, que, en los primeros tiempos de la Revolución, conoce a una leonesa con la que compartirá algo más que palabras. Tres cuentos. Tres historias que nos acercan a una galería de personajes llenos de curiosidades y matices, a situaciones que se antojan tiernas o despiadadas, marcadas por un ritmo narrativo que une todos los elementos desde el conocimiento interno que el narrador tiene de los hechos y que nos permite de esta forma disfrutarlas con más intensidad.