Durante el siglo XVI, los españoles se lanzaron a los mares en pos de conquistas materiales y espirituales. Aunque Cristóbal Colón se había topado con América, era Asia lo que originalmente interesaba a los hombres de su tiempo. Tras posesionarse de la Nueva España y tras varios intentos fallidos por lograr un asentamiento permanente en Asia Oriental, los españoles finalmente lograron posesionarse de las Filipinas en 1565. Aunque este archipiélago se constituiría en la colonia española en Asia durante siglos, durante las últimas décadas del siglo XVI era considerado meramente como una etapa transitoria hacia objetivos más suculentos. China, especialmente, se encontraba en el punto de mira de conquistadores y misioneros, debido no sólo a sus míticas riquezas, sino también a su desarrollada cultura y civilización y a su gran cantidad de potenciales almas para "salvar". De esta forma, durante el último tercio del siglo XVI, la ciudad de Manila se convirtió en un puente entre Europa, América y Asia al conectar España, México y China, lugar que conservaría hasta principios del siglo XIX gracias a la legendaria ruta del Galeón de Manila. En esas primeras décadas de presencia española en las Filipinas, varios misioneros de distintas órdenes religiosas (agustinos, franciscanos, dominicos), intentaron penetrar en China para establecer una misión permanente en el gigante asiático, en aquel momento gobernado por la dinastía Ming y cerrado a casi toda influencia extranjera. Serían los jesuitas los que conseguirían, gracias a Matteo Ricci, establecerse en China, ya a caballo entre los siglos XVI y XVII. Durante esas décadas de intentos infructuosos se dieron las primeras relaciones entre España y China, a través de México y de las Filipinas. Este libro trata de la historia de esos primeros misioneros españoles que marcharon a Asia Oriental tras el sueño de China, centrándose en un aspecto menos conocido que su labor pastoral, aunque no menos importante: su trabajo como científicos. El lector podrá conocer a personajes de la talla del agustino Andrés de Urdaneta, el famoso navegante que descubrió la ruta de navegación entre Asia Oriental y América; el también agustino Martín de Rada, uno de los primeros españoles en pisar el suelo de China y uno de los astrónomos y matemáticos más preclaros de su época; y el dominico Juan Cobo, autor de la primera traducción de un texto chino a una lengua occidental y del primer libro en el que se introducen aspectos de la ciencia europea de su tiempo a los chinos en su propia lengua, su destacado Shi Lu. Sin duda, éstos y otros hombres fueron los artífices del inicio de una de las relaciones más fructíferas en la historia: los contactos científicos y culturales entre Europa y Asia Oriental durante la Edad Moderna.