Esta obra rastrea el desarrollo de la idea de infancia en Inglaterra a lo largo de trescientos años, desde el siglo XVII al XX, e investiga los caminos por los que se llegó a pensar en un ideal de infancia, protegida y prolongada, como algo deseable para todos los niños.En los siglos XVII y XVIII los hijos de los pobres estaban destinados al trabajo desde temprana edad. Sólo tras las crueldades infligidas a los niños deshollinadores y a los de las fábricas durante la revolución industrial, la gente empezó a pensar que todos los niños, ricos o pobres, tuvieran derechos comunes. El trabajo infantil empezó a ser tachado de esclavitud y se bosquejaron los derechos de los niños. Se seguía temiendo la ociosidad y a los niños que vivían en las calles se les calificaba de salvajes que amenazaban los valores de la civilización. Bajo los harapos empezó a verse al niño y los filántropos del victorianismo tardío querían recuperar a los niños abandonados para una auténtica infancia. El Estado respaldó estos esfuerzos: viendo en los hijos de los pobres la llave del futuro, se lanzó a un conjunto de reformas encaminadas a mejorar su bienestar mental, moral y físico.Hugh Cunningham arguye que ese importante cambio en el concepto de infancia se nos ha dado a conocer hasta ahora únicamente bajo la forma de una leyenda en la que lord Shaftesbury libraba a la infancia y a la nación del infierno de la revolución industrial. Al desenmarañar la construcción del relato, el autor nos proporciona una fascinante historia de la aparición de la idea de que todos os niños tienen derecho a una infancia.