Los tóxicos son inherentes a la vida: forman parte del universo desde sus mismos orígenes y debemos convivir con esa realidad. Los venenos, las drogas y los contaminantes son solo algunas de las sustancias que solemos englobar bajo ese nombre, y su diversidad es casi infinita: algunos los fabrican los propios seres vivos (las botulinas, las aflatoxinas o el curare), otros se han empleado como armas ofensivas (el arsénico, la ricina o el polonio-210), los hay que tienen usos lúdicos (la nicotina, la morfina, la heroína o el LSD) y varios más se acumulan en el medio ambiente como contaminantes (el metilmercurio, el DDT o las dioxinas). Algunos, tristemente célebres, han dado su nombre a enfermedades (síndrome del aceite tóxico, enfermedad de Itai-Itai, síndrome de Minamata) o han quedado asociados a alguna catástrofe de la que fueron causantes (tragedia de Bhopal, el desastre de la talidomida). Su paso por la historia los ha hecho protagonistas de conflictos (las guerras del Opio), de inventos (la jeringa hipodérmica) o del modelo actual de las ciudades (smog de Londres en 1952 y sus cuatro mil muertes), y también responsables de asesinatos puntuales (el emperador Claudio, Markov, Litvinenko) o de sistemas de ejecución (el cianuro en el Holocausto, la inyección letal). Y, si bien la mayoría son agentes químicos, los hay algunos que son físicos, como los rayos X o los rayos gamma. Estos y otros muchos asuntos aborda el presente volumen, un recorrido amplio, perfectamente asequible y rico en información rigurosa en torno a esa miríada de sustancias que conocemos como tóxicos, inherentes a la vida y que tan a menudo la han puesto en peligro. Un mundo que debemos conocer mejor y que nos fascina en la misma medida en que nos inquieta.