La entrevista constituyó para Pasolini un medio expresivo propio, más literario que periodístico, que le permitía clarificar el sentido estético y social de sus propuestas y autoafirmarse frente a sus numerosos críticos. Estas conversaciones e intervenciones surgen al hilo de acontecimientos centrales del siglo XX como la resistencia al fascismo, el concilio Vaticano II, el poscolonialismo, las protestas de 1968-1973, la «estrategia de la tensión», las relaciones entre la Unión Soviética y el partido comunista, el extremismo político, la mafia, la corrupción o los incipientes problemas medioambientales, todo ello sobre el telón de fondo de la modernización. La persecución de la que fue objeto Pasolini resulta fundamental para comprender la furia y la necesidad de rendir cuentas de sí mismo que atraviesan estos textos. Junto con su epistolario, son los que mejor reflejan su soledad frente a un mundo que percibía en involución hacia un gran desastre colectivo. Pero son también una fuente de diálogo con el lector que aún brota con intensidad.