Christian Thorel escribe una sentencia que nos ofrece la justa medida de su oficio: «La principal herramienta del librero es su memoria». La información bibliográfica que tiene un librero en la cabeza es una memoria intransferible, en permanente crecimiento y transformación, cuya dimensión material es, precisamente, la selección de libros que tiene en sus estanterías: al caminar por los diversos pasillos de Ombres Blanches se entra en contacto con la memoria que ha inventado esa selección. A esa memoria que palpita en la rue Gambetta de Toulouse, a esa zona de resistencia, se añade ahora esta deliciosa memoria escrita.