«No existe el azar y en las manos se abre un libro para transitar el interior de un momento y un lugar que se saben efímeros, un mundo condicionado que espera a que se conformen sus estancias más íntimas, que tomen forma y nombre los objetos que la rodean. Más allá de la muerte, no espera nadie, ni siquiera el abismo. Quizás es por ello que sea preciso emprender el viaje. Todos somos Ícaro. Todos llevamos un sólido billete de ida y en nuestro último destino está el deseo de compartir un éxodo íntimo que empieza en nosotros, desde el dolor, y que acaba en el preciso instante en el que volvemos a retomar el humilde oficio de vivir. Por eso tiempo sin detener es también un contrato con el ser humano. Es una forma de saber que la palabra no sólo nos sirve para comunicarnos, que existe también para acercarse al instante, al precipicio, al milagro, a la vida.» (Guillermo de Jorge)