Cecilio Cipriano Tascio (comienzos del s. III 14 de septiembre del 258) se convirtió al cristianismo en edad madura y pronto llegó a ser Obispo de Cartago. Durante un decenio guió con firmeza y autoridad la Iglesia africana en un periodo de grave crisis, marcado por las persecuciones, la peste y los cismas, dando muestras de una gran personalidad cristiana y unas dotes admirables de pastor cercano y atento a las necesidades de los fieles. Toda su producción literaria deriva directamente de su celo y actividad pastoral, respondiendo a los problemas y situaciones que afectaban a la comunidad cristiana africana. Su misión fue coronada con la palma del martirio, algo que contribuyó a confirmar y extender su fama más allá de los confines africanos y de su tiempo, hasta constituir una figura ideal de obispo y mártir, considerado por muchos como el mayor teólogo de la «Iglesia» antes del siglo IV, y que representa uno de los testimonios más claros e importantes de la doctrina sobre la communio eclesial y sus implicaciones.