Taipéi, la tercera novela de Tao Lin publicada por Alpha Decay, es una oda –o un lamento– a la forma de vida actual. Es una meditación desasosegante pero a su vez apasionada acerca de la memoria, el amor y lo que significa estar vivo, ser joven y vivir en las afueras, en América, o en cualquier otro lugar. Paul es un joven escritor de origen taiwanés abocado a la ruina personal. La mala relación con sus padres, a los que no visita muy a menudo; el fluctuante viaje sentimental en busca de novias potenciales; la irresponsabilidad para con su obra y sus editores –que tratan a duras penas de evitar su definitiva caída literaria por culpa de su adicción a los fármacos– y también la evasión contra el propio cuerpo, inhabitable, en la virtualidad de las redes sociales o en la ingesta obsesiva de comida basura con que colmar un vacío total son los diversos caminos sin salida a los que el protagonista se ve confinado a punto de cumplir veintisiete años, edad en la que murieron trágicamente los ídolos de una generación ciega, consumista y con muy pocos asideros fiables.