«Dejad que las mujeres sean lo que Dios quiso, una buena compañera para el hombre, pero con deberes y vocaciones totalmente diferentes». Estas palabras las pronunció en 1870 la reina Victoria de Inglaterra. La mujer que gobernó Gran Bretaña desde los 18 años, entre 1837 y 1901, rechazaba el voto femenino: «Si las mujeres se despojaran de sí mismas al reclamar igualdad con los hombres decía, se convertirían en los seres más odiosos, paganos y repugnantes, y seguramente perecerían sin protección masculina». A finales del siglo XIX y principios del XX, Gran Bretaña asistió a la dura batalla de las mujeres para que se reconociera su derecho a votar.