Uno de los peores días de mi vida fue aquél en que cumplí trece años. Vinieron a casa las de siempre, mis amigas, y vino también Bárbola, la que se sentaba a mi lado en clase aquel curso. A mitad de la fiesta, la madre de Falela se dio cuenta de que le habían robado, y se acusó injustamente a Bárbola, pero yo sabía, porque la había visto, que la ladrona no era ella sino la madre de Juani; aunque nadie me creyó.