Amiry habla aquí de su infancia y adolescencia, de la desesperación de no conocer un tiempo de paz, de cómo tanto ella como sus parientes ¿especialmente su suegra¿ y amigos aprenden a acomodarse al tiempo de guerra, a casi desdramatizar la muerte violenta, a seguir adelante porque no hay otra vida, mucho menos si has nacido palestino.