Este libro ofrece una reflexión sobre el perdón, una de las obras de misericordia. El autor llama la atención sobre la necesidad de diferenciar el pecado del pecador y señala la tentación de considerarnos inmunes al pecado y de eludir nuestra responsabilidad respecto del mal (haciéndolo caer sobre los demás, atribuyéndolo a la inevitabilidad de nuestra naturaleza personal, minimizando nuestra situación o haciendo banal y aceptable la degradación de la vida). Dios nos llama incesantemente para que seamos instrumentos de reconciliación, para que imitemos su misericordia y sea esa la característica que prime en nuestra relación con el prójimo. No hay más que pensar en cómo Jesús nos mostró la perspectiva del amor arropando a aquellos que erraron su camino, comiendo con los pecadores, perdonando sin límites, asumiendo el pecado de todos.