Durante el verano de 1985 a William Styron, el clamado autor de La decisión de Sophie, le desbordaron un insomnio constante y una perturbadora sensación de malestar; las primeras señales de una profunda depresión en la que se sumiría su vida y que le dejaría al borde del suicidio. En este texto el gran novelista describe su horrible descenso hacia la desesperación y nos lleva, en un viaje sin precedentes, al reino de la locura. Tras su publicación, encabezó al instante las listas de ventas. Actualmente estas conmovedoras memorias están consideradas como un clásico. Esa visible oscuridad es un libro cuyo poder de influencia abrió los ojos al mundo sobre una enfermedad devastadora que hasta entonces se había mantenido en vergonzoso secreto. Gracias a la extraordinaria franqueza y a la brillante prosa de Styron, llegamos a comprender realmente la angustia de una mente desesperada hasta la muerte. Su relato nos conmueve, pero no nos abate: con él nos sentimos elevados por un sentido de catarsis y al fin podemos empezar a entender la oscura realidad de la depresión.
En Habanos en Camelot, William Styron sostiene algo que hoy muchos pondrán en duda: que los cigarros no son destructivos para la salud. En los días de su cercanía con la Casa Blanca, el Camelot legendario de los Kennedy, Styron decidió pasarse a los habanos aristocráticos y abandonar los proletarios cigarrillos «sin convulsiones de dudas morales». Estaba decidiéndose por un vicio selecto, que según sus cuentas no tenía riesgos para sus pulmones ni para sus arterias. En estas crónicas, Styron recuerda su cercanía al entorno del presidente Kennedy, y cómo en la Casa Blanca se disfrutaba del aroma de los habanos. Los preferidos del presidente eran los que venían de Cuba, seguramente de contrabando porque él mismo había prohibido su importación a través del embargo comercial que dura desde entonces. ¿Dónde conseguiría Kennedy aquellos cigarros prohibidos por decreto suyo?En América, como Styron llama a su propio país, el puritanismo lleva a juzgar lo que es bueno o dañino para la salud en términos absolutos, pero al margen de los cigarros y los cigarrillos, el puritanismo siempre opone la necesidad al placer, y los separa de manera radical. Estos y otros grandes temas de su ficción - como la opresión racial, la esclavitud y el Holocausto, las expurgaciones de la historia, las listas literarias, el cine y la censura- son abordados por Styron en estos ensayos, revelándonos un aspecto reflexivo y humorístico de su naturaleza que nos permiten valorar más plenamente a esta figura enigmática de las letras americanas. Sergio Ramírez
Con la publicación en 1951 de Tendidos en la oscuridad, su primera novela, William Styron se colocó en la primera línea de los escritores norteamericanos de posguerra y obtuvo un inmediato reconocimien to internacional. «Pocos escritores recientes han tenido la capacidad de sintetizar belleza, sabiduría y narrativa como él lo ha hecho», dijo The New York Herald Tribune Book Review. The New York Times calificó la novela de «triunfo de la caracterización», y el New York Times Book Review señaló que contenía el «pasaje más poderoso de monólogo femenino desde el soliloquio de Molly Bloom en Ulises». El tiempo no ha hecho más que confirmar las primeras sensaciones de la crítica: acababa de aparecer una nueva voz que fluía al lado de Faulkner, Scott Fitzgerald, Truman Capote... Estados Unidos, primera década de los años cuarenta. Styron nos su Merge en la historia de una familia, bien situada económicamente, anclada en una educación decimonónica frente a una nueva genera ción más moderna. El Sur asoma oscuro y siniestro en el trasfondo de la novela, lanzan do su retórica bíblica, su conflicto entre una tradición fundamenta lista frente al escepticismo moderno con sus contradicciones racia les, y la industrialización de una sociedad rural. Una novela extraordinariamente poderosa y el retrato de una familia que, en palabras de Sir Thomas Browne, «yace en la oscuridad». Durante el otoño de 1947, Styron había redactado ya un plan bastante detallado para la novela: sabía que gi raría alrededor de Peyton Loftis, una joven problemáti ca de una problemática familia sureña, y sabía, o creía saber, que la novela tendría tres partes y que cada parte tendría de diez a quince capítulos. «Cada capítulo», es cribió en su descripción del proyecto, «estará precedi do de un monólogo, directo o interior, diseñado para echar luz sobre Peyton y su historia». Aprendiz en bus ca de maestros, Styron se había visto seducido por Faulkner, que ya para este momento era una leyenda viva de la literatura sureña, y las primeras páginas de El ruido y la furia -la narración desde la mente del idiota Benjy Compson- sirvieron de modelo para Maudie Loftis, la hermana retrasada de Peyton. No son pocos los paralelos entre los dos personajes: los dos tie nen padres alcohólicos, los dos tienen madres neuró ticas, los dos tienen una hermana que sirve de eje a la historia de su familia. Styron terminó de redactar el monólogo de Maudie antes de las fiestas y se lo presen tó a Haydn. Y luego se preguntó por dónde (diablos) debía continuar. Fragmento del epílogo de Juan Gabriel Vásquez
"Styron es el último de los grandes sureños, el verdadero heredero de Faulkner, pero su interés y su visión iban mucho más allá. Su proyecto era ambicioso y omnívoro como pocos. Era un grande." JUAN GABRIEL VÁSQUEZ. Sophie es una muchacha polaca, dulce y de pálida hermosura que vive en una casa de huéspedes del Brooklyn de los años cuarenta junto a Nathan, un joven judío obsesionado por el pasado, y Stingo, el tercero en discordia, un joven procedente del Sur convencido de que llegará a ser un escritor de éxito. Tres personalidades que se relacionarán íntimamente en un ambiente en apariencia alegre y desenfadado, después de la guerra que ha azotado el mundo durante seis años. La historia de una sola persona puede reflejar la de millones de ellas. A través de la experiencia de Sophie, viva imagen de la tragedia del holocausto, Styron incita a meditar sobre las cualidades del ser humano, tanto del que sufre como del que castiga. Una poderosa reflexión acerca del extraño modo en que una persona intenta superar su pasado y cómo éste puede acabar minando sus ansias de sobrevivir. Estamos ante una novela que profundiza en la naturaleza del mal en el individuo y en el género humano. Styron puro. Sufrir, escoger, volver a sufrir, encontrar en las tinieblas mismas algo (no será luz) que las justifique, las densifique, les dé su materia prima, la tierna materia negra de la cual todos estamos hechos: ahí está el genio de William Styron, en esa triste esperanza. MATHIAS ENARD William Clark Styron Jr. (Newport News, Virginia, 1925 - Marthas Vineyard, Massachusetts, 2006). Tras su paso por los marines durante la Segunda Guerra Mundial, en 1947 se graduó en la Duke University y en 1951 irrumpió en el panorama literario con Tendidos en la oscuridad, que recibió el reconocimiento de la Academia Americana para las Artes y las Ciencias. Fue entonces cuando Styron se trasladó a París, hasta 1953, año en que contrajo matrimonio, regresó a su ciudad natal y publicó La larga marcha. Autor de diversos ensayos y relatos, fue en el género de la novela en el que alcanzó una mayor notoriedad y éxito. En 1960 publicó Esta casa en llamas, otra de sus mejores obras, y en 1968 ganó el premio Pulitzer con Las confesiones de Nat Turner, una obra sobre la esclavitud que suscitó una encendida polémica. Pero fue con La decisión de Sophie -distinguida con el American Book Award en 1980, adaptada al cine por Alan J. Pakula y protagonizada por Meryl Streep- cuando le llegó su consagración definitiva.