Oscar Wilde, esteta, dramaturgo, presidiario en la intolerante y vengativa sociedad victoriana, nos dejó obras notables, desde La importancia de llamarse Ernesto hasta El retrato de Dorian Gray o Vera y los nihilistas, además de algunos ensayos que muestran su preocupación por el arte, la cultura y la sociedad. Uno de esos ensayos es El alma del hombre bajo el socialismo, donde, en su defensa del socialismo, ha cía afirmaciones, como las siguientes, que siguen vigentes: A través de la desobediencia, se ha progresado; a través de la desobediencia, y a través de la rebelión. El socialismo, el comunismo, o como uno quiera llamarlo, al convertir la propiedad privada en riqueza pública, y al reemplazar la competencia por la cooperación, restituirá a la sociedad su condición de organismo sano, y asegurará el bienestar material de cada miembro de la comunidad. Dará a la vida una base y un medio adecuados.
En primavera de 1890 Oscar Wilde envió su primera novela al Lippincot?s Monthly Magazine. Escandalizado por su contenido, el director de la revista eliminó las huellas de homosexualidad del pintor Basil Halleward hacia Dorian Gray, junto a otras conductas heterosexuales muy avanzadas para la época. Casi quinientas palabras desaparecieron del texto: frases, párrafos enteros? Wilde, temeroso de la reacción de la moralista sociedad victoriana, autocensuró aún más la edición en libro de la obra, que apareció en 1891, añadiendo más páginas para matizar aspectos turbios y cortando por lo sano los elementos homoeróticos. Hasta 2011 no se encontró el texto mecanoscrito de El retrato de Dorian Gray tal y como lo concibió originalmente su autor, sin censuras. Publicado en inglés por la Harvard University Press, se ofrece ahora por primera vez en español, traducido meticulosamente por Victoria León.
El rey va a casar a su hijo con una princesa rusa y prepara una gran fiesta en la que habrá de todo, incluso fuegos artificiales. En palacio reina la alegría, hasta los cohetes que serán lanzados durante la noche de la boda están encantados de estallar con motivo de acontecimiento tan feliz. Los petardos, la girándula, la traca, la bola de fuego desean iluminar el cielo con su pólvora de colores. Pero un cohete que presume de ilustres antepasados, dejándose llevar por la antipática vanidad, a punto está de aguar la celebración. El dibujante Miguel Ángel Martín ha elegido este cuento de Oscar Wilde para ilustrarlo a todo color y Catalina Martínez Muñoz lo ha vuelto a traducir al español para esta edición, como maravilloso regalo destinado a los lectores.
An artist paints a picture of the young and handsome Dorian Gray. When he sees it, Dorian makes a wish that changes his life. As he grows older, his face stays young and handsome. But the picture changes. Why can?t Dorian show it to anybody? What is its terrible secret?
El presente volumen pretende rendir homenaje al arte y al ingenio de Oscar Wilde, dos palabras irremediablemente unidas a su nombre, a su estética y a su vida. A este fin se ha llevado a cabo una amplia selección de sus frases, opiniones y ocurrencias más brillantes, entresacándolas de sus obras de teatro, cuentos, ensayos, correspondencia, y de los testimonios orales que sus contertulios u ocasionales oyentes han legado a la posteridad. Así pues, el lector no debe buscar en este libro una radiografía del pensamiento de Oscar Wilde, oculto siempre tras la máscara, sino la brillante superficie donde aflora vivo el arte del ingenio. Los genios... siempre están hablando de sí mismos, cuando lo que yo quiero es que piensen en mí. Los elogios me vuelven humilde, pero cuando me insultan sé que he tocado el cielo. Es triste. La mitad del mundo no cree en Dios, la otra mitad no cree en mí.
Oscar Wilde nació en Dublín en 1854. Se trasladó a Inglaterra a estudiar lenguas clásicas en la Universidad de Oxford, donde encontró un ambiente, el de los jóvenes de las clases acomodadas inglesas, en el que no lograba integrarse. Esa excentricidad le lleva a construirse una personalidad exhibicionista inspirada en el dandismo y en ciertas teorías que proclamaban el placer como único objetivo de la práctica artística. Con " El abanico de Lady Windermere " obtuvo Wilde su primer éxito teatral de público. La crítica fue más distante. Reconocía el ingenio de los diálogos, pero insistía en la poca originalidad de los motivos (el chantaje, el abanico comprometedor, la infidelidad conyugal). " La importancia de llamarse Ernest " pondría fin a la trivialidad de sus tramas. Empezando por el difícilmente traducible juego de palabras del título, Wilde consigue expresar en esta obra su visión del mundo en varios niveles: divirtiendo al público aristocrático y arreglándoselas para comunicar al espectador contemporáneo su credo individualista.
En mayo de 1892, Oscar Wilde ya es toda una celebridad, famoso por sus fiestas y sus ocurrencias. Pero ni él mismo podría haber adivinado lo que provocaría cuando, en una reunión del club Sócrates, propone jugar al "Asesinato". Cada uno de sus invitados debe escribir en un papel el nombre de la persona a la que desearían matar. Sólo se trata de un juego, una broma macabra, por supuesto... Pero pocas horas más tarde, las "víctimas" empiezan a morir, una tras otra... Ahora, y con la ayuda de sus fieles amigos Robert Sherard y Arthur Conan Doyle, Wilde deberá detener al asesino si no quiere convertirse él mismo en la próxima víctima. Desde los salones de los clubes londinenses hasta los confines del ring de boxeo y el engañoso universo del teatro, OscarWilde y el club de la muerte nos ofrece una fascinante historia de pasiones, engaños y homicidios en medio de la doble moral de la sociedad victoriana.
Oscar Wilde (Dublín, 1854-París, 1900) visitó la capital francesa en numerosas ocasiones, la primera de ellas a los veinte años, y también para su luna de miel tras su boda con Constance Lloyd. Durante sus estancias no sólo conoció a figuras de la talla de Victor Hugo, Degas, Verlaine, Mallarmé o Valéry, sino que también se paseó por salones y cafés encandilando con su brillante conversación o pronunciado sus célebres máximas, frecuentó lugares de mala nota y trabó amistad con Marcel Schwob y un joven André Gide. Su «desencuentro» con Marcel Proust es legendario. Profundo conocedor del francés, incluso escribió una obra teatral en ese idioma: salomé.Wilde buscó refugio precisamente en Francia cuando, en 1897, tras ser acusado de «delito contra las costumbres» y cumplir dos años de cárcel, decidió abandonar Inglaterra. Al fin en París, se alojó en el Hôteld?Alsace, en la Rue des Beaux-Arts. Allí vivió sus últimos años, cercado por la soledad y la miseria, y allí murió, en noviembre de 1900. Excepcional puente entre las culturas anglófona y francófona, el historiador herbertlottman explora la peculiar ?y hasta ahora poco estudiada? relación que unió a Oscar Wilde con París, desde el joven deslumbrado, o en el apogeo de su éxito, hasta el desengañado y convaleciente que acabó afirmando que «París es espantoso».
Publicado dos meses después de La importancia de no hacer nada, La importancia de discutirlo todo insiste en que criticar es mucho más difícil que crear y que «no hacer nada es la cosa más difícil del mundo», reservada a un grupo de privilegiados intelectualmente. Oscar Wilde vuelve a provocar con sus ácidas reflexiones: Inglaterra «ha inventado y establecido la opinión pública, que es un intento de organizar la ignorancia de la sociedad y de elevarla a la categoría de fuerza física». Vivimos «una época en la que las gentes son tan laboriosas que se han vuelto rematadamente estúpidas». Defiende por encima de todo la inmoralidad del arte y asegura que «sólo las teorías peligrosas tienen algo de valor intelectual. Una idea que no sea peligrosa no merece llamarse idea».
En 1895 Oscar Wilde (1854-1900) está en la cumbre de su fama y de su popularidad. Todo lo que hace parece tocado por la varita del triunfo. Sin embargo, el proceso que ese mismo año entabla por difamación contra el marqués de Queensberry a instancias del hijo de éste, Lord Alfred Douglas, Bosie -su joven amante-, se volverá en pocas semanas en su contra, de forma que acabará condenado a prisión por homosexualidad, arruinado y repudiado por la misma sociedad que meses antes lo aclamaba. Poco antes de salir de la cárcel, en 1897, escribió " De profundis " -larga carta dirigida a Bosie en la que rememora su relación y, aunque desengañado, se reafirma en sus sentimientos y en sus actos- y poco después, ya en libertad, la " Balada de la cárcel de Reading " , poema que sobrevuela la relación entre el amor y las convenciones sociales, entre la vida y la muerte. Traducción de Arturo Agüero Herranz
Pintor, ilustrador, escritor y asesino, el envenador Thomas Griffiths Wainewright se convirtió en un personaje de su época, conocido por escritores como Charles Dickens quien llegó a verlo en la cárcel, Thomas De Quincey y Charles Lamb. La afición del asesino de las bellas artes por la estricnina acabó con la vida de un tío suyo, su suegra y su joven cuñada Helen, a quien él acusaba de tener «los tobillos demasiado gruesos». Deportado a Tasmania, Wainewright realizó allí una importante carrera como retratista, aunque realmente ha pasado a la historia por ser el protagonista de Atrapado, narración en la que Dickens vuelca toda la repugnancia que le provocaba, y del ensayo en verde color de la estricnina que le dedicó Oscar Wilde: Pluma, lápiz y veneno.
No cabe duda de que la fama de Oscar Wilde se fundamenta sobre todo en su obra de ficción. Su única novela, El retrato de Dorian Gray (1890), se ha llevado al cine en diversas ocasiones y sus obras dramáticas, también presentes en la pantalla, siguen llenando los teatros de todo el mundo. Y qué decir de sus cuentos, piezas clásicas con las que los niños actuales aprenden la lengua inglesa, o el impresionante poema autobiográfico La balada de la cárcel de Reading (1898), o su De profundis (1905), que es, dentro del género epistolar, una obra maestra que conmueve y subleva a un mismo tiempo: quizás el ajuste de cuentas más sobrecogedor de la historia de la literatura. Pero hay otra faceta de Wilde, no tan popular aunque él le concediera gran importancia: su labor como ensayista y crítico, que nos ayuda a completar la imagen del narrador y dramaturgo. La presente edición, Intenciones (1891), reúne cuatro ensayos: La decadencia de la mentira, Pluma, pincel y veneno, El crítico como artista, y La verdad de las máscaras, en los que un brillante Wilde da muestras de su predilección por la paradoja y el contrasentido, por la ironía y las máscaras. En estas Intenciones conoceremos al Wilde erudito, al académico de Oxford, al helenista y excelente conocedor de Platón y Aristóteles, al amante de Shakespeare, al obsesivo lector de La Divina Comedia de Dante, así como al crítico interesado en las corrientes literarias y artísticas de su tiempo.