Sin contar es una de esas joyas literarias y estéticas que todo editor sueña publicar. Se trata de un libro de miniaturas poéticas, o haikus, de W. G. Sebald con grabados del pintor alemán Jan Peter Tripp, amigo suyo desde la infancia. «El proyecto de hacer un libro en común había nacido ya hacía algunos años; la finalidad que se exponía era que texto e imagen no se explicaran ni se ilustraran el uno al otro, sino que entablaran un diálogo en el que cada uno tuviera su propia resonancia. Hasta poco antes de su muerte, Sebald le fue enviando a su amigo en la Alsacia sus textos, de cuya composición definitiva se encargó Jan Peter Tripp él solo. Sin embargo, orden y rítmica se rinden al capricho estético que en última instancia proviene del material mismo. Ahora este poema de las miradas se ha convertido en un legado», señala en el epílogo Andrea Köhler. Algunas de las miradas que encontramos en el libro son de Javier Marías, Borges, Proust, Samuel Beckett, Truman Capote o el propio Sebald. La fuerza expresiva de los grabados de Tripp unida a la sencillez de los poemas hacen de este libro una obra fundamental para entender el universo personal de Max Sebald.
Consagrado con su segunda novela, Los anillos de Saturno, W.G.Sebald se ha convertido en un escritor de referencia en la literatura contemporánea. En esta entrega, Vértigo, el escritor alemán ofrece al tiempo una reflexión sobre la identidad europea y un esfuerzo autobiográfico en el cual el narrador va recreando situaciones y escenas del pasado (amores de Stendhal en Italia, Kafka en un sanatorio) hasta ofrecer un fresco en el cual vida íntima y recuerdos novelados se entremezclan, rompiendo los límites entre realidad y ficción. Sin perder el sentido de la Historia y la idea de que todo pudo haber ocurrido de otra forma y en otro momento, esta novela de búsqueda se presenta como una investigación personal y una intriga sobre la fascinación y el terror que representa la soledad del caminante. Sebald recorre paisajes (Milán, Viena, venecia) con los cuales compone una sinfonía de recuerdos hasta convertir el texto en un mosaico de emociones que no dejarán indiferente al lector. El autor más interesante de las últimas décadas. SUSAN SONTAG
Dos años escasos después de la muerte de W. G. Sebald aparece un libro editado por Sven Meyer que recoge obras de su legado y recuerda de nuevo aquella voz inconfundible. El meollo del texto, «Pequeña excursión a Ajaccio», «Campo Santo», «Los Alpes en el mar» y «La cour de lancienne école», son cuatro fragmentos de la gran obra en prosa inacabada en la que Sebald había trabajado largo tiempo: una búsqueda de rastros en Córcega que se inicia en el cementerio de la ciudad. La segun-da parte es una recopilación de ensayos sobre literatura, nunca publicados antes en forma de libro, que documen-tan las preferencias de Sebald, desde Kafka hasta Nabokov. Campo Santo resulta, pues, una emocionante despedida de uno de los grandes escritores de nuestro tiempo. «¿Aún existe la gran literatura? ¿Qué sería, a la vista de la decadencia imparable del espíritu literario y del domi-nio de la trivialidad, de la superficialidad y la crueldad desprovistas de sentido que se han convertido en el eje de la narrativa actual, una empresa literaria respetable? De las pocas respuestas posibles, una es la obra de W. G. Sebald» (Susan Sontag).
Comentando un fragmento en prosa de Robert Walser (1878-1956) sobre la ceniza, W. G. Sebald escribe: «Lo altamente emotivo de ese pasaje». Esta misma frase podría aplicarse también a El paseante solitario, un libro breve para leer despacio y de un tirón, que consigue, con un estilo personal y preciso, hacernos caminar al lado de Robert Walser y mirar el mundo, las cosas, casi con sus propios ojos. Con imágenes que nos cogen por sorpresa, W. G. Sebald enlentece el tiempo y nos acerca de modo insuperable a este hombrecillo de paraguas siempre colgado del brazo, incluso en los días de sol.
Partiendo de sus propios recuerdos, de entrevistas con quienes les conocieron o de su investigación personal, W. G. Sebald escribe las biografías de cuatro personas que en un momento u otro de su existencia tuvieron que emigrar de su país de origen, o de sí mismos. Pero la obra no es sólo un conjunto de biografías de gente corriente, es una recuperación consciente de la memoria colectiva, un ejercicio poético de historia oral que se rebela contra quienes quieren olvidar. Biografías casi anónimas, de las que sólo aparecen en diminutas necrológicas, pero que distan mucho, como todas las historias bien contadas, de la banalidad. Sebald las rastrea -habla con los personajes, con sus conocidos, lee lo que escribieron, busca fotografías o las hace él mismo-, las reconstruye y les restituye una dignidad muy alejada de la épica, la de las vidas reales. En enero de 1984, me llegó la noticia desde S. que Paul Bereyter, quien había sido mi maestro en la escuela primaria, había puesto fin a su vida la noche del 30 de diciembre. El artículo necrológico aparecido en el diario local Anzeigeblatt, con las palabras "Duelo por un conciudadano muy querido" por título, que me fue enviado en el mismo sobre, no hacía alusión alguna al hecho de que Paul Bereyter había abandonado su vida por libre decisión o por un imperativo de autodestrucción.