Todo partido es autoritario en germen y aspiración", escribe Simone Weil en 1940. Y sus palabras resuenan en el presente como un antídoto contra la "posverdad", esa forma de designar la exaltación de la toma de partido sobre cualquier evidencia. Weil se proclama pensadora de una sola verdad, aun a condición de no saberla. Una sola verdad y una sola justicia, que cada sujeto puede reconocer sin necesidad de representación alguna.
Entre octubre de 1941 y mayo de 1942, en el periodo que va desde el final de su estancia en Marsella hasta su partida para Nueva York desde Casablanca, Simone Weil se consagró a desvelar «el centro mismo de todo el pensamiento griego», rastreando en algunos de sus textos más bellos los precedentes de lo que a sus ojos constituía la inspiración cristiana. A lo largo de esta lectura, y en las palabras de las figuras trágicas de Prometeo y Antígona, de la mano del Platón del «Timeo», del «Banquete» y de la «República», o a raíz de diversos fragmentos de la doctrina pitagórica («el gran misterio de la civilización griega») así como de algunos pasajes bíblicos, Simone Weil va desgranando sus reflexiones acerca del Amor divino, del consentimiento del alma a Dios en la desgracia, de la fuerza, la necesidad y la belleza del mundo, de la armonía y la amistad. Estos apuntes fueron legados por Simone Weil a su amigo el padre Perrin, quien los publicó en 1951 con el presente título de «Intuiciones precristianas». El libro responde al deseo de la autora de reunir «los más hermosos escritos no cristianos sobre el amor de Dios», según expresión de su biógrafa Simone Pétrement.
En una carta a Joë Bousquet, Simone Weil confesaba su deseo de ser considerada una poetisa antes que una filósofa. Su obra poética, sin embargo, se reduce a un puñado de poemas, reunidos en esta edición. Los primeros, poemas de juventud, son ante todo un ejercicio formal donde prima la intención estética sobre los contenidos, aunque ya revelen las inquietudes sociales y políticas de su autora, y muestren su tendencia a trasladar una realidad liberada de toda fantasía. Los poemas últimos («Los astros», «El mar», «Necesidad» y «La puerta»), escritos en Marsella entre 1941 y 1942, elaboran las ideas que más ocuparon a Simone Weil necesidad, obediencia, voluntad, espera, y representan una especie de epítome de su pensamiento. Con Venecia salvada, drama incluido también en este volumen, pretendía Simone Weil recuperar el estilo de las tragedias clásicas griegas que tanto admiraba. Comenzó a escribir esta tragedia en 1940, y continuó trabajando en ella hasta su muerte, quedando la obra finalmente inconclusa. Trataba ahí de «retomar por primera vez desde Grecia la tradición de la tragedia en la que el héroe es perfecto», narrando el sufrimiento del ser humano sometido a la necesidad impenetrable, que lo impulsa a realizar actos que él mismo acaba aborreciendo; lectura también del sentido último de los actos generosos, donde el que así actúa expone su alma desnuda a toda herida
En los últimos años de su vida Simone Weil se consagró de manera especial a la tarea de desvelar «el centro mismo de todo el pensamiento griego», estudiando y traduciendo los textos de filósofos y poetas. A estos trabajos pertenece el ensayo «La Ilíada o el poema de la fuerza», aquí recogido, cuya lectura de los versos homéricos compendia la entera meditación de la pensadora: «No es posible amar y ser justo más que si se conoce el imperio de la fuerza y se sabe no respetarlo». Los textos reunidos en el presente volumen son fruto de la preocupación de Simone Weil porque las obras maestras de la poesía y la filosofía griega fueran accesibles a las masas populares: en sus traducciones tanto de pasajes de «Electra» o «Antígona» como de los fragmentos de Heráclito, en sus comentarios a Platón («Dios en Platón») o en sus notas a Cleantes, Ferécides, Anaximandro y Filolao.
Antología de los textos que Simone Weil, la mayor pensadora del amor y la desgracia de nuestro siglo, fue anotando en sus «Cahiers»; textos que traducen una experiencia interior de una autenticidad y exigencia poco comunes. En ellos se refleja lo que, a lo largo de su breve existencia, Simone Weil anduvo buscando: el punto de intersección entre la perfección divina y la desgracia de los hombres.
La presente recopilación de «materiales» reúne escritos sobre cuestiones históricas, sociales y políticas redactados por Simone Weil entre 1927 y 1939. El interés de estos textos no proviene solamente de la importancia de los temas tratados (la vida de la clase obrera y los problemas del movimiento sindical, las causas de la opresión de los trabajadores, el papel del marxismo y del anarquismo, el desarrollo del capitalismo y las guerras, las perspectivas de la revolución), sino sobre todo de la originalidad y radicalidad con las que la mirada de Simone Weil, alejada de toda complacencia, aborda tópicos centrales de su época y de la tradición emancipatoria. El pensamiento político y social de Simone Weil puede caracterizarse, en sus propias palabras, como «herético en relación con todas las ortodoxias». En esta posición «herética» cabe destacar, entre otros aspectos, el examen crítico de la noción de progreso; el adiós a la revolución; el análisis de los límites del sindicalismo; la crítica al marxismo y al método histórico-materialista; el análisis comparado del estalinismo y del nacionalsocialismo como formas sociales en las que se ha impuesto la opresión en nombre de la función; la crítica al industrialismo, al maquinismo y a la especialización científica, o las severas consideraciones sobre la actividad política y sindical de la socialdemocracia y de los partidos comunistas. A propósito de muchas de estas cuestiones, la visión de Weil se muestra enraizada en la tradición libertaria; por ejemplo, en la importancia concedida a la educación de los trabajadores de fábrica y a la unión del trabajo manual y la producción intelectual; en la idea de que sólo el trabajo es pacificador, o en la crítica fundamental de todo poder. En el contexto de estas reflexiones, adquieren especial relevancia algunos textos de análisis histórico (como el dedicado a las luchas de clases en la Florencia del siglo xiv, de la mano de Maquiavelo), las lecturas de los trágicos griegos y de la Ilíada (con sus decisivos desarrollos sobre la fuerza y la mesura), o los documentos de la experiencia vivida en el frente de Aragón, al inicio de la guerra civil española.
Reflexiones de una de las más singulares pensadoras de nuestro siglo en torno a a la experiencia mística y a las constantes de su pensamiento y acción: la espera como medio destinado a disminuir el mal, la contemplación y la intuición, la poesía en la religión, la diferencia entre trabajo enriquecedor y deshumanizado, el contacto con la divinidad por medio del deseo y la privación...
Simone Weil va escriure febrosament, en sentit literal, en els darrers mesos de la seva vida per, quan acabés la guerra, poder iniciar una nova França lliure. Aquest és el text que va preparar. L'arrelament és un contracte social, una carta magna, una co
En aquests textos, Simone Weil ofereix unes reflexions sobre la civilització occitana medieval que constitueixen el nervi del seu projecte ètic per al reequilibrament espiritual d'Europa i són tan oportunes ara com a l'època de la seva redacció.
«A la espera de Dios» es expresión de la actitud atenta y vigilante, pero también del carácter siempre inacabado de una búsqueda exigente de verdad como la obra y la vida de Simone Weil. Las cartas y ensayos recogidas en este volumen y publicados póstumamente en 1949, fueron escritos entre enero y junio de 1942 y recogen muchas de las claves que marcan la obra de Weil: radicalidad desconcertante, probidad y coherencia intelectuales, amor y profundo conocimiento de los clásicos griegos, identificación con los vencidos, vocación «católica» de simpatía con todos los hombres, experiencia mística...
«Cuando leo el catecismo del concilio de Trento, me da la impresión de que no tengo nada en común con la religión que en él se expone. Cuando leo el Nuevo Testamento, los místicos, la liturgia, cuando veo celebrar misa, siento con alguna forma de certeza que esa fe es la mía o, más exactamente, que sería la mía sin la distancia que entre ella y yo pone mi imperfección...». La carta que Simone Weil dirige al dominico Jean Couturier en 1942 tiene todavía hoy un valor excepcional. No sólo como testimonio del rigor intelectual y moral de su autora y de su insobornable compromiso con la verdad, sino como expresión de la tensión que enfrenta a la autenticidad de una fe vivida radicalmente con la esclerotización del dogma.
La experiencia del trabajo de fábrica que hace Simone Weil entre diciembre de 1934 y agosto de 1935 obedece a su vocación de exponerse y de someter sus ideas a la prueba de la realidad. Pero este «contacto con la vida real» tiene tanto para ella como para la evolución de su pensamiento consecuencias que van más allá de la intención inicial de estudiar «las condiciones reales que determinan la servidumbre o la libertad de los obreros». A su amiga Albertine Thévenon le confiará: «Para mí, personalmente, esto es lo que ha significado trabajar en la fábrica. Ha significado que todas las razones exteriores (antes las creía interiores) en las que para mí se basaba el sentimiento de mi dignidad, el respeto hacia mí misma, en dos o tres semanas han sido quebradas radicalmente bajo el golpe de una opresión brutal y cotidiana». En su Diario de fábrica, testimonio excepcional de esta experiencia, Simone Weil transcribe la angustia, el miedo y la degradación padecidos durante las jornadas de trabajo y recoge la rabia impotente, el hastío, la amargura, las lágrimas, las broncas, la preocupación por dormir, la extinción de la facultad de pensar, pero también los escasos momentos de luz fruto de algún inesperado gesto de amistad. Todo ello lo resumirá más tarde en una conocida frase al padre Perrin: «Estando en la fábrica, confundida a los ojos de todos y a mis propios ojos con la masa anónima, la desgracia de los otros entró en mi carne y en mi alma». Pero, además de presentar este aprendizaje de la desdicha, los escritos reunidos en este libro constituyen una de las contribuciones más lúcidas a la reflexión contemporánea sobre el trabajo. A través del examen crítico de la llamada racionalización (el taylorismo), Simone Weil propugna una ciencia de las máquinas y de la técnica que, en vez de esclavizar al hombre, se adapte a su percepción en el trabajo. Y concibe una espiritualidad del trabajo no servil que manifiesta la alegría y la desgracia inherentes al trabajo humano. Se trata de la primera edición completa en español de la obra que incluye el Diario de fábrica, a parte de índices y otros materiales.