Un caso entre mil («A Case in a Thousand» en el original) es un relato del premio Nobel irlandés Samuel Beckett que nunca ha sido traducido al castellano. Se presenta en esta edición bilingüe precedido de una amplia introducción en la que se explica el contexto en el que se escribió y el trasfondo de la historia que ahí se desarrolla. La introducción se centra especialmente en las circunstancias personales del autor, pues en el momento en que compuso esta historia Beckett acudía a sesiones de psicoanálisis y esto se refleja en determinados aspectos de la trama. También se explora en dicha introducción la relación de Samuel Beckett con su mentor, James Joyce, pues el joven autor que escribe este relato en 1934 está reaccionando frente a la poderosa ascendencia que su maestro ejercía sobre él. Beckett toma elementos de un relato de Joyce («A Painful Case») y modifica la estructura del típico relato joyceano para demostrar, de alguna forma, que era capaz de desembarazarse de su influencia. El relato «Un caso entre mil» cuenta la historia del Dr. Nye, hombre reservado y solitario, que debe tratar como paciente en el hospital en el que trabaja a un niño aquejado de un absceso pulmonar. Al descubrir que el niño es en realidad el hijo de su antigua niñera, al Dr. Nye se le remueve algo dentro de sí pues tiene la oportunidad, al tratar con la madre, de aclarar el episodio de su infancia que le ha dejado traumatizado. Sólo la Sra. Bray, su cuidadora cuando era niño, puede ayudarle a desvelar el secreto de su pasado.
Desarraigado, inadaptado allí donde va, el joven poeta Belacqua deambula por paisajes neblinosos de ciudades como París, Viena o Dublín en busca de no sabe muy bien qué, pues sólo aspira a habitar lo que él llama su «uterotumba»: su mundo interior, sus pensamientos, su feliz tristeza. En torno a él, en un desencuentro perpetuo, pululan amigos como Liebert, el Oso Polar, el Mandarín o Chas, y mujeres que, como Smeraldina-Rima, Syra-Cusa o Alba, esperan del confuso Belacqua lo que éste no les da. Sin embargo, no es capaz de apartar a esas mujeres de sus ensoñaciones, lo que le causa numerosos desvelos y contratiempos. Y mientras revive fugazmente episodios de su infancia, se topa con guardias y profesores, y cavila en lo que hará y escribirá en el futuro, Belacqua, artista adolescente, avanza ebrio, o enfermo, o malhumorado, las más de las veces solo, bajo una lluvia dublinesa que cala hasta los huesos.
La última novela escrita por Samuel Beckett, 'Cómo es' (1961), es una obra de gran complejidad que supuso un esfuerzo de composición titánico para el autor, que llevó hasta el último extremo el objetivo de privar al lenguaje de las estructuras de significación habituales que nos conducen por caminos de comunicación trillados. La novela es un interrogante sobre el hecho mismo de la existencia en este planeta, aunque en esta ocasión Beckett indaga en la naturaleza del ser humano desde una perspectiva sorprendente, imaginando un viaje por un perturbador inframundo que debe mucho al infierno descrito por Dante en la 'Divina Comedia'. Un ser sin nombre se arrastra por el lodo, encuentra a un semejante con el que se comunicará por medio del tormento y será posteriormente abandonado por su víctima. El mismo personaje será a su vez sometido a las torturas de otro en un angustioso mundo intestinal en el que, a pesar de todo, prevalece un tipo de justicia, pues víctimas y verdugos intercambian sus papeles mientras se desplazan infatigablemente por el fango. En la estructura de la narración es donde se encuentra la mayor muestra del talento y originalidad del autor. Fiel a su empeño por desmantelar nuestros esquemas de pensamiento, inventa una nueva forma de escribir en la que prescinde de la sintaxis convencional y de los signos de puntuación, eliminando la frase como unidad de significado y construyendo la narración a base de fragmentos aparentemente inconexos. Al igual que las voces que el protagonista oye en su interior y que le hablan de su propia vida, ecos tergiversados de nuestra propia sociedad encuentran su paralelismo en el universo desolado de Samuel Beckett en esta innovadora obra literaria.
Con motivo del centenario del nacimiento de Samuel Beckett, Tusquets Editores publica en un solo volumen las principales obras teatrales de este autor. Así reunidas, se aprecia no sólo con nitidez la evolución de su obra, sino que también se comprende el eco y la importancia que ha tenido y tiene Beckett no sólo en el teatro contemporáneo sino también en nuestra concepción del mundo.En Eleutheria, la primera pieza teatral de Beckett, escrita en 1947 pero que no vio la luz hasta 1995, Beckett somete todos los ingredientes del teatro convencional ya a una profunda remodelación: el protagonista, Victor Krap, ha abandonado su trabajo y a su familia y se ha recluido en una pensión a fin de alcanzar una imposible libertad. A su vez, Esperando a Godot, estrenada en 1953, causó un impacto que no ha vuelto a repetirse en el mundo teatral; en ella describe la situación de dos seres ?Vladimir y Estragón? cuya vida y grotesta solidaridad se fundan en la absurda y vana espera de ese ser llamado Godot. Fin de partida, puesta por primera vez en escena en 1957, da un paso más hacia la devastación: sus personajes ?Hamm, tullido y ciego, y Clov, Nagg y Nell? ya no esperan nada; el tiempo se ha detenido. Estas tres obras fundamentales en la historia del teatro contemporáneo se complementan con las piezas, de menor extensión, que componen el volumen Pavesas, con textos tan conocidos como «Comedia», «La última cinta de Krapp» o «Acto sin palabras», a las que se añaden guiones radiofónicos y de películas, como Film.
Molloy es el primer título de la trilogía, -que se completará con Malone muere y El innombrable-, donde Samuel Beckett inició su andadura en lengua francesa. Beckett describe aquí la búsqueda de la identidad imposible, crea unos personajes que, escindidos en su interior, luchan por afirmar su existencia. Así Molloy, con el fin de consolidar su personalidad y completarse a si mismo, deberá encontrar a su madre, al igual que Moran, quien, en la segunda parte de la novela, tendrá que encontrar a Molloy para completarse a su vez a sí mismo. Tanto en Molloy como en el resto de sus novelas, la ruptura de las reglas de narración clásicas es una necesidad inevitable, pues la estructura realista desaparece al mismo tiempo que se agota en sus personajes el deseo de alcanzar una meta o de ver consumada su búsqueda. Punto de partida de sus creaciones posteriores, Molloy reúne en sus páginas todas las señas de identidad del mundo beckettiano y constituye una de las expresiones literarias más hondas de nuestro tiempo.
Segunda novela de la trilogía que Samuel Beckett (1906-1989) escribiera después de la Segunda Guerra Mundial y que abre " Mohillo " y cierra " El innombrable " , publicadas también en esta colección, " Malone muere " mantiene en la indistinción hombres y objetos, subjetividad y exterioridad. En un universo en el que no cabe adivinar las tendencias ni descubrir el sentido no hay pecado, pero tampoco salvación: sólo queda la desesperación cósmica, el horror frente a la existencia, la imposibilidad de superar la soledad. Y ese mundo de impotencia e ignorancia se halla poblado tan sólo de caracteres inmóviles y desnudos que reconocen su existencia, atrapada en un cuerpo en ruinas, mediante el monólogo de la conciencia, cuyos confusos pensamientos y borrosas imágenes se traducen en palabras que, de forma extrañamente caleidoscópica, tratan sin esperanza de fijar la cronología y la identidad de una realidad que se les escapa.
Inauguramos en 1969 la colección Marginales -y nuestra propia editorial- con un pequeño volumen de relatos de Samuel Beckett, en el mismo mes de octubre en que ganó el Premio Nobel. Desde entonces hemos ido recogiendo en doce libros la casi totalidad de su obra narrativa, escénica, fílmica, radiofónica y televisiva que, precisamente a partir de los años sesenta, se fue haciendo cada vez más breve y fragmentaria. Con el paso del tiempo, y ya fallecido el autor, nos ha parecido oportuno reunir en un único volumen la obra de ficción, enteramente revisada y puestas al día las traducciones bajo la supervisión general de Caonex Sanz.
En 1957, el gran director y actor de teatro francés Roger Blin llevaba por primera vez a escena Fin de partida, de Samuel Beckett. Con esta obra, inspirada a la vez en el Rey Lear de Shakespeare y el Libro de Job, Beckett exhibía una vez más ese don magistral suyo para escenificar la ceremonia fúnebre, sin pompa ni palabrería, la ceremonia trágica de la condición humana.En efecto, Lear y Job conviven debajo de los harapos milenarios que recubren a ese patético rey, ciego y paralítico, eternamente sentado en un trono absurdo en el que el último hombre en un mundo muerto no acaba de morirse nunca. Ya nadie en el escenario espera a Godot : ya no se espera nada, el tiempo se ha detenido. «Algo sigue su curso», dice no obstante un personaje : quizá sea esta la única regla del juego en una partida que perderemos a cada segundo.Hamm y Clov, amo y esclavo, personajes aniquilados los dos y unidos en lo peor como el alma al cuerpo, no disponen, para trampear la espera, sino de gestos vanos y del rumor igualmente vano de sus palabras, mientras, en dos cubos de basura agonizan lentamente dos sonrientes larvas que antaño fueron padre y madre. Y, en ese apacible horror, la infinita ternura y el mágico humor de Beckett asoman para comunicar al espectador su amor por su gloriosa miseria de« rey desposeído». Y todo ello con una economía de palabras y un pudor verbal que no permiten al espectador distraer su atención en superfluas disquisiciones.
«Uno dirá: "No puedo ver el objeto, para representarlo, porque el objeto es lo que es". El otro: "No puedo ver el objeto, para representarlo, porque yo soy quien soy". Siempre ha habido estas dos clases de artistas, estas dos clases de impedimento, el impedimento-objeto y el impedimento-ojo. Pero estos impedimentos ya se tenían en cuenta. Estábamos acostumbrados a ellos. No formaban parte de la representación, o apenas. Ahora forman parte. Yo diría incluso que la mayor parte. Se pinta aquello que impide pintar. A partir de este momento la pintura puede tomar tres caminos. El camino de vuelta a la antigua ingenuidad, a través del invierno de su abandono, el camino de los arrepentidos. Luego el camino que no es un camino, sino una última tentativa por vivir en el país conquistado. Y finalmente el camino hacia delante de una pintura que se preocupa tan poco de un caduco convencionalismo como de los hieratismos y amaneramientos de las experimentaciones superfluas.» Samuel Beckett
«Una voz llega a alguien en la oscuridad.» Este alguien yace boca arriba en la oscuridad, escuchando la voz que se dirige a él, a veces débilmente desde lejos, otras un murmullo al oído, la voz es «compañía»: la mente nunca cesa de hablar, recordar, sugerir, preguntar o, simplemente, repetir alguna frase lúdica como una aguja atascada en el surco de un disco... "Compañía" es el texto más importante y más extenso, pese a su brevedad, que Beckett escribió en sus últimos años. Como escribió Aldo Tagliaferri: «La especial densidad que lo caracteriza procede de su naturaleza paradigmática, puesto que en él reencontramos temas y tonos propios de obras anteriores. Su estructura, formada por varios segmentos de variable longitud y separados por una pausa, permite calculadas traslaciones de la anécdota parabiográfica a la reflexión, del tono lírico al argumentativo, del estilema que nos recuerda los primeros pasajes narrativos beckettianos al que recuerda los últimos.» "Compañía" es un paso adelante en la exploración de lo finalmente inexplorable, en la odisea del autor descendiendo a los abismos de la imaginación creadora. Aunque, como siempre, Beckett ilumina sus propias tinieblas con austera hilaridad.