Textos para nada. Nada de nada. Un silencio : «Mejor callarse, es el único medio si se quiere reventar, sin decir ni pío?explotar mudo».NADA, porque Beckett, el escritor, no teme las palabras importantes, «no son importantes», sino que las suprime : «?hay que suprimir? y los locos pensamientos que inventan? hay que barrer, basta con decir no haber dicho nada, es otra vez no decir nada» ; sino que habla bajo, cada año un poco más bajo. Más lentamente también, cada año más lentamente? Las pausas serán más largas entre las palabras, las frases, las sílabas?» ; sino que se irrita con esta «porquería de palabras».NADA, porque Beckett, el creador, bruscamente, a la fuerza, no pudo más, no pudo continuar, dice, y se pregunta : «¿Dónde iría, si pudiera irme, qué sería, si pudiera ser, qué diría, si tuviera voz ??» y, al máximo grado de lucidez, se convence ; «Deja, deja, nada lleva a nada, pero, ¿cuándo he llegadao a algo ?? ¿cuando creía que perseverando llegaría a encontrarme ?» y luego se liquida : «Nombrar, no, nada es nombrable, decir, no, nada es decible, entonces qué, no sé, no tenía que haber empezado. Añadirlo al repertorio, eso es, y ejecutarlo, como yo me ejecuto, trozo a trozo muerto?»NADA, porque Beckett, Samuel, ya no sabe quién es : «?busco ser como el que yo busco, en mi cabeza, el que mi cabeza busca, el que impongo a mi cabeza que busque?», ni tan sólo si es : «Lo sé, aquí no hay nadie, ni yo ni nadie?», o si es dos en uno : «¿qué se habrán hecho de los tejidos que yo era, ya no los veo, ya no los siento, flotando, a mi alrededor, en mí, bah, todavía deben arrastrarse en alguna parte, haciéndose pasar por mí.», preguntándose : «?dónde tengo la cabeza, he debido dejarla en Irlanda, en una taberna, aún debe estar allí, la frente apoyada en la barra?»NADA. Pero Beckett es Beckett y, mientras escribía en Textos para nada : «?¿qué decir de este otro sin nombre ni forma con que asediar al ser abandonado, nada. He aquí un bonito trío, y decir que todos sólo hacen uno, y que este uno sólo hace nada y que nada, no vale nada», ya pensaba en la trilogía Molloy, Malone muere y El Innombrable.NADA, pero ahí está, Samuel Beckett, Premio Nobel, «cucu, por necesidades de la causa, como la raíz cuadrada de menos uno, la cabeza lívida, embadurnada de tinta y confitura? ojos trastornados, cabellos escasos, boca espumosa?»Ana M.ª Moix, quien tradujo éste y algún otro libro de Beckett, quiso rendirle un homenaje que publicamos aquí : Pajarraco que no canta, algo tiene en la garganta.
Sin previo aviso y con reparos, apareció en Francia, en febrero de 1995, Eleutheria, una obra de teatro que Samuel Beckett jamás quiso publicar en vida y que dejó encargado a su albacea literario, el editor Jérôme Lindon, fundador y director de Les Editions de Minuit, que nunca sacara a la luz. Beckett jamás renegó de su primer trabajo en lengua francesa, escrito en 1947, pero sí creía que se trataba de una obra imperfecta que no debía ser presentada al público. Sin embargo, hoy, JeanPierre Thibaudat escribe en Libération : «En los años cincuenta, aun cuando no fuera una obra maestra, la lectura de Eleutheria habría podido ser -y lo es ahora- absolutamente excitante-.Lindon, «descubridor» de Beckett, su editor fiel, amigo y confidente, conservó, pues, respetuosamente el manuscrito original durante cuarenta años, ignorando, u olvidadando talvez, que otro editor, que había publicado su obra en Estados Unidos, disponía de una copia que le había entregado el propio Beckett en un momento de dificultad del editor y, por lo visto, de generosa debilidad del autor. Durante dos años Lindon intentó evitar que su colega norteamericano publicara la versión inglesa de Eleutheria, pero, finalmente, al fracasar en el intento, consideró más justo que saliera primero en la lengua originalBeckett reúne en esta obra en tres actos todos los ingredientes de la dramaturgia burguesa : trama, personajes, conflictos, situaciones, diálogos y convenciones, para someterlos a una sarcástica operación de desguace. El joven Victor Krap ha abandonado, sin motivo aparente, su hogar, su familia, su trabajo, su novia? y se ha recluido en un miserable cuartucho de pensión para alcanzar una imposible libertad (en griego, Eleutheria), Allí acudirá una insólita galería de personajes -incluidos un espectador y un torturador chino-, que intentarán que Victor se explique para que la obra tenga sentido.
No en vano Jenaro Talens, quien preparó la edición de este volumen, la tituló Detritus: ?residuo de la descomposición en partículas de una masa sólida? (definición del Casares). En efecto, aquí se recogen los brevísimos textos en prosa y la poesía que Samuel Beckett, Premio Nobel 1969, escribió desde los años 50 hasta 1976 y que, por cortos, jamás pudieron leerse como un todo en el contexto de su obra, sino únicamente en publicaciones periódicas dispersas. En realidad, una vez terminada toda su obra ?extensa? (Malone, Murphy, Molloy y Watt), que fue rechazada en su momento por 42 editores, y desde el éxito inesperado de Esperando a Godot, cuando Beckett ya tenía 47 años, prácticamente no volvió a escribir más que ?partículas?, ?briznas?, textos que no hacen más que corroborar esta reflexión, suya: ?Al término de mi obra, sólo queda polvo: lo nombrable?.De hecho, como bien observa Talens en su prólogo: ?toda la trayectoria que cubre la escritura beckettiana podría describirse como la historia de un lento e inexorable proceso de degradación, de pérdida, de desposeimiento. (...) Si aceptamos que el lenguaje es una forma de entender cuanto nos rodea y, en consecuencia, de poseerlo, los textos beckettianos pretenden mostrar lo endeble de esta proposición, y, aun más, su imposibilidad, negándose a ?representar la farsa de dar y recibir?.? Pero cuando Beckett se niega, lo que niega es la validación de un camino que no lleva a parte alguna, no el acto de caminar, ni la posibilidad de que un camino (distinto) conduzca a algún lugar. De ahí que él mismo afirme: ?Lo que digo no significa que, en el futuro, no haya forma artística alguna. Sólo significa que habrá una nueva forma de arte, y que esta forma será de tal género que permitirá el desorden y que no intentará decir que el desorden es en el fondo algo distinto. (...) Encontrar una forma que contenga la confusión es, en la actualidad, la tarea del artista?.
En este libro se reúnen algunos de los textos críticos que Samuel Beckett escribió sobre autores y artistas que admiraba. Aparece su diatriba juvenil a favor de la obra de James Joyce; un extenso e intenso ensayo sobre Proust; los humorísticos y certeros diálogos sobre arte contemporáneo con Georges Duthuit, y dos emocionantes homenajes para sus amigos pintores, Jack B. Yeats hermano del poeta y Avigdor Arikha. Escritos directamente en inglés o traducidos por Beckett del francés, en estos ensayos podemos seguir la evolución estética, entre 1929 y 1966, de una de las mentes y escrituras más importantes del siglo XX.