Bertrand Russell se guió en esta obra por el más ajustado sentido de la unidad histórica y estudió a cada filósofo en relación con el medio en que actuó, teniendo siempre en cuenta las circunstancias sociales y políticas de su época. En este primer volumen se analizan la filosofía presocrática, las aportaciones de Sócrates, Platón y Aristóteles, la filosofía helenística y a los Padres de la primera filosofía católica. Jesús Mosterín analiza en su Prólogo la trayectoria biográfica y la evolución del pensamiento de este gran filósofo: su rebelión contra el idealismo vigente; el desarrollo del logicismo aplicado a las matemáticas y al conocimiento empírico; su faceta de filósofo práctico y su trabajo en la historia de la filosofía que tendrá como resultado esta obra.
Desde «la mesa de cocina» del señor Ambrose en Fin de viaje hasta la mesa de Katherine Hilbery en «su cenáculo», la del cuarto de Jacob, la de cocina del Sr. Ramsay o la de comedor en que la Sra. Ramsay sirve el boeuf en daube, semejantes a la «mesa de comedor» para «una cena con invitados» que evoca Russell, a esa mesa de la señora Ramsay que presumiblemente persiste en la casa durante su ausencia en «Pasa tiempo», y aun a «la mesa, las sillas» puestas para alguien que nunca llega en el capítulo que abre Las Olas, la mesa señala en sus novelas la entrada al problema del conocimiento. Pues siendo arbitrario un ejemplo «considérese, digamos, la mesa», la imagen que le viene en mente al filósofo nunca es la de la cama, lugar de sueño o sexo o muerte, ni aun la de esa «estrecha» de Clarisa Dalloway que excluye de ahí el término medio. Las mesas de escritorio de Hume y Russell, semejantes a la de Katherine Hilbery, «despejada para trabajar» en «problemas matemáticos», sustentan lugares de pensamiento y alimentación, ambos neutrales afueras de la mente.
En esta obra lord Bertrand Russell, uno de los pensadores más lúcidos e influyentes que ha dado el siglo XX, reúne catorce ensayos escritos entre 1899 y 1954. En ellos expone y desarrolla los motivos de su agnoticismo, rebate los argumentos tradicionales del cristianismo, identifica el miedo como uno de los fundamentos principales de la religión cuestiona las contribuciones de la religión a la felicidad del ser humano y critica muy duramente los planteamientos del cristianismo en cuestiones sexuales. Por qué no soy cristiano es una de las más conmovedoras y convincentes defensas del no creyente que se han escrito desde los días de Hume y Voltaire.
Con lucidez y claridad, el filósofo Bertrand Russell, Premio Nobel de Literatura de 1950 y una de las grandes mentes del siglo XX, expone su particular visión del mundo, desde la condición humana hasta la física. Fundamentos de filosofía (1927) era una obra pensada para el gran público estadounidense que, sin embargo, despertó una aguerrida controversia en los círculos académicos. Su tesis clave afirma que la humanidad es el instrumento mediante el cual adquirimos nuestro conocimiento del universo (o, según Gorgias, «el hombre es la medida de todas las cosas»). De ahí, surgen varias cuestiones: ¿de qué maneras adquiere conocimiento el ser humano?, ¿es posible la formulación de leyes universales?, ¿cómo podemos distinguir verdad y opinión? Todas las preguntas que plantea Russell abren las puertas al que es, al fin y al cabo, el más sugestivo de los interrogantes: ¿puede el ser humano llegar a conocerlo todo? Reseñas:«La claridad, seguridad e imparcialidad que [Russell] ha aplicado a los problemas lógicos, filosóficos y humanos no tienen rival.»Albert Einstein «Entre los pocos en quienes la idea se ha manifestado en la propia carne y a quienes la situación histórica de la humanidad ha transformado de maestros en profetas está Bertrand Russell.»Erich Fromm
En este segundo tomo, Bertrand Russell completa el análisis de la filosofía medieval con el estudio de los escolásticos y traza una panorámica en profundidad de la filosofía renacentista y la trayectoria de los principales filósofos del mundo moderno desde la Reforma protestante hasta el siglo XX.
No me refiero a que la libertad sea el mayor de todos los bienes, apunta Bertrand Russel (1872-1970) en las páginas de este libro fascinante, sino a que las mejores cosas, como la creatividad artística, el amor o el pensamiento, tienen su origen en ella. Escrito en plena Primera Guerra Mundial, poco antes de que su autor fuera encarcelado por sus postulados pacifistas, Caminos de libertad recorre con pasos críticos y esperanzados las tres grandes corrientes ideológicas,el socialismo, el anarquismo y el sindicalismo, que a principios del siglo XX prometían conducir por derroteros muy distintos la historia de la humanidad. No satisfecho del todo con las tesis de Marx y Bakunin ni con las de los sindicalistas, Russell desarrolla su propia visión del mundo como podría construirse. La necesidad de conjugar al máximo la libertad y la justicia económica se enriquece con la reivindicación de un mayor goce de vivir frente a la la triste tragedia cotidiana de la vida moderna.
El filósofo inglés Bertrand Russell, que a sus méritos intelectuales unió la ejemplaridad moral de su trayectoria pacifista, escribió este libro con la fundamental preocupación de encontrar soluciones conciliadoras entre los intereses individuales y los de la sociedad altamente desarrollada y tecnificada.
En este ensayo Sobre educación, Russell parte de la idea de que la educación que deseamos para nuestros hijos depende de nuestros ideales acerca del ser humano. Ataca así el sistema educativo de la época, en manos de la Iglesia o del Estado, a los que acusa de crear rebaños formando en el conformismo, el autoritarismo y el nacionalismo. Russell busca educar personalidades libres y sensibles, cultivadas en la curiosidad, la confianza en el esfuerzo y el sentido de aventura. Él y su mujer Dora crearon una escuela en Beacon Hill en donde intentaron llevar a la práctica sus ideales educativos. El valor actual de estos ensayos reside en lo pausado y racional de su análisis, en la claridad de sus propuestas y la amenidad de su lectura: Cuanto he de decir -escribe Russell- No es sino el resultado de mis preocupaciones con respecto a mis hijos; no hay, pues, en ello nada de remoto ni teórico, y espero que ayudará a otros padres a aclarar ideas, bien sea para compartir o para rechazar mis opiniones. Un libro en el que el propio Russell consigue lo que quiso para los niños: despertar la curiosidad y la reflexión convirtiendo su discurso en una entretenida aventura.
Los ensayos reunidos en este volumen tienen por tema principal el conflicto de intereses entre la acción y la contemplación, tal y como fue vivido por Bertrand Russell en el período más intenso y fecundo de su producción filosófica, desde el descubrimiento a principios de siglo de la paradoja de las clases hasta su encuentro con Lady Ottoline Morrell y Ludwig Wittgenstein en vísperas de la primera guerra mundial. En este libro puede saborear el lector las páginas de " El credo del hombre libre " , el legendario manifiesto en que Russell condensó en tonos épicos su visión científico-moral del mundo y que tanto emocionó, entre otros muchos, al gran novelista Joseph Conrad. La misma temática aparece desarrollada, con rasgos más autobiográficos y emotivos, en la única novela de Russell, " Las perplejidades de John Forstice " , que por voluntad del autor no pudo ver la luz hasta después de su muerte y aparece aquí por primera vez en lengua española.
A la pregunta de quién haya podido ser el hombre más significativo del pasado siglo, el hombre del siglo XX, es abrumador el número de personas que responden pronunciando el nombre de Albert Einstein, el genial físico alemán que concibió la teoría de la relatividad. Einstein fue, claramente, un genio de la física, no de la filosofía. Pero sus hallazgos nos obligaron a introducir cambios fundamentales en nuestra concepción del mundo, entre ellos la alteración de nuestros conceptos de espacio y tiempo, y de ahí que tuvieran honda repercusión filosófica. Bertrand Russell escribió el " ABC de la relatividad " en la época en que la fama y el prestigio mediático de Einstein habían alcanzado su " climax " . Con él quiso poner al alcance del hombre de la calle un conocimiento no trivial de la más profunda revolución científica del siglo XX. Desde su publicación en 1925 se ha considerado este clásico abecedario relativista más recomendable que el alud de insípidas y muchas veces indocumentadas vulgarizaciones de la teoría de la relatividad que se han venido publicando después año tras año.
Para Bertrand Russell la Revolución Rusa es uno de los grandes acontecimientos heroicos de la historia del mundo, de importancia aún mayor que la Revolución Francesa, pues además de cambiar la vida cotidiana y la estructura de la sociedad, ha cambiado las creencias de los hombres.Russell fue en un principio admirador de la Revolución de 1917. En 1920 viajó a Rusia y mantuvo encuentros personales con Lenin y Gorki, recorrió Moscú y el Volga, habló con los campesinos. Pero desde su profundo anticapitalismo entrevió los excesos doctrinarios que asomaban en el régimen y que al cabo desembocarían en una atroz dictadura opuesta a sus ideales socialistas. A su regreso escribió Práctica y teoría del bolchevismo, un libro clarividente y de intacta vigencia, en el que el rígido fanatismo bolchevique, encarnado por Lenin, es comparado con el fanatismo musulmán o cristiano.El presente volumen no sólo recoge la segunda edición revisada por Russell de ese libro, sino el detallado y revelador diario inédito de aquel viaje, así como las cartas dirigidas a la actriz Colette O'Neil al respecto. El conjunto cierra con una lúcida crítica al poder emergente de los Estados Unidos hace casi un siglo, y con su célebre conferencia en defensa del pensamiento libre frente a la propaganda de cualquier signo.Si la actitud filosófica más auténtica no consiste en ordenar las creencias recibidas sino en ponerlas a prueba, Bertrand Russell ejemplifica, en la vertiente de su obra como intelectual que influye en la cosa pública, al filósofo que cuestiona cualquier pretendida verdad que no haya sido debidamente analizada y comprobada por la propia razón. La función social de esa crítica racional permanente es contraria a toda ideología.