Con motivo del 30º aniversario de la muerte de Roland Barthes, uno de los pensadores franceses más importantes del siglo XX, Ediciones Paidós pone conjuntamente al alcance de los lectores dos de las obras más emblemáticas del autor: La cámara lúcida, uno de los ensayos más influyentes del escritor publicado poco antes de su muerte, y Roland Barthes por Roland Barthes, su autobiografía.
Imprevisible y sin embargo regular, siempre nueva a la vez que inteligible, la moda no deja de interesar a psicólogos, sociólogos y estetas. En este libro, sin embargo, Roland Barthes la cuestiona desde un punto de vista distinto: considerándola a través de las descripciones de la prensa, descubre en ella un sistema de significaciones y la somete por primera vez a un verdadero análisis semántico. ¿Cómo los hombres y las mujeres pueden crear sentido a través de sus vestimentas? Al intentar responder a esta pregunta, el autor se encuentra con una de las preocupaciones básicas de la antropología, sobre todo la de los años sesenta y setenta, cuando estos trabajos se convirtieron en clásicos: la extensión del análisis lingüístico al conjunto de los fenómenos culturales. Pero, a la vez, Barthes también cuestiona el modo en que nuestra sociedad asume o elude la arbitrariedad de los sentidos que elabora, por lo que este libro sobre la moda es también un libro sobre los signos sociales que la hacen posible.
El punto de partida de esta obra es un sentimiento de impaciencia ante la apariencia de naturalidad con que la prensa, el arte, el sentido común, encubren permanentemente una realidad que no por ser la que vivimos deja de ser absolutamente histórica, ante la constante confusión entre naturaleza e historia en el relato de nuestra actualidad. Barthes pretende poner de manifiesto el abuso ideológico oculto en lo exposición decorativa de lo "evidente-por-sí-mismo", y lo hace recurriendo a la noción de mito para dar cuenta de esas falsas evidencias. El mito es un lenguaje. Al ocuparse de hechos aparentemente alejados de toda literatura (un combate de catch, un plato de cocina, una exposición de plástica), Barthes explora otros tantos aspectos de esa semiología general del mundo burgués cuya vertiente literaria es el tema fundamental de la mayor parte de su obra. El ensayo más extenso que cierra el volumen constituye un primer intento de aproximación metódica al mito desde el punto de vista general de semiología, que se convierte así en instrumento de análisis al servicio de una denuncia: la semiología como semíoclastia. Otras obras de Roland barthes publicadas por Siglo XXI son Crítica y verdad, El grado cero de la escritura, El placer del texto, Fragmentos de un discurso amoroso y S/Z
El Japón es el país de la escritura. En 1970, Roland Barthes dedica una obra al sistema simbólico japonés, en un viaje no por el Japón real, sino por el de sus signos. Barthes no es el turista que pasea por las calles, degusta la gastronomía o asiste a representaciones teatrales, sino el semiólogo que se afana por interpretar el significado y el significante. El resultado es un tratado sobre el signo, sus reglas y su belleza.Con El Imperio de los signos, Roland Barthes, uno de los máximos representantes del postestructuralismo francés y uno de los padres de la semiótica moderna, inicia una fase en la que comienza a sentirse escritor, a construir un estilo propio; en palabras del autor: «Este libro es una especie de entrada, no tanto en la novela cuanto en lo novelesco.»Ésta es una obra de culto para todos aquellos que aceptan el extrañamiento que supone la confrontación con la civilización japonesa. Su lectura nos obliga a desprendernos de nuestras referencias y códigos culturales para entrar en un mundo dedicado enteramente al signo. Años después de su redacción, y pese a la evolución sufrida por algunos aspectos de la sociedad japonesa, los análisis de Roland Barthes permanecen inalterables.
En sus cabezas compuestas, Arcimboldo parece estar respetando las nobles convenciones del retrato: los códigos de la pose, del encuadre, y de la exaltación le sirven de premisa y, sin embargo, ¿por qué esa extranñeza, entre el asombro y el estupor, que p
"Esta edición contiene dos de los trabajos más intensos de Barthes, más contenidos y más llenos de semillas para hacer crecer. Semillas que no han germinado, todas, aún, en nuestros días". Así comienza José Miguel Marinas su estudio preliminar de El placer del texto, escrito en 1972 y La lección inaugural de 1977, en esta nueva edición del clásico libro de Barthes. Si el texto es, obviamente, el centro de reflexión de El placer del texto, también ocupa un lugar de privilegio en la Lección inaugural. Barthes hace hincapié en el goce que provoca la lectura, y recupera el placer del texto contra la indiferencia de la ciencia y el puritanismo del análisis ideológico, pero también contra la reducción de la literatura a un simple entretenimiento. Cada texto es un espacio de conflictos, que no se reduce a una postración de meras diferencias. Del mismo modo que un texto no es un escrito sino una clave para interpretar y cambiar la cerrazón de la cultura. En 1977 fue designado titular de la cátedra de semiología literaria del Collège de France que fue creada especialmente para él por consejo de Michel Foucault. En su Lección inaugural, Barthes se definió a sí mismo como un "sujeto incierto": demasiado literario para los lingüistas, que siempre lo consideraron un intruso; demasiado lingüista para los críticos literarios, que pocas veces llegaron a entenderlo. Es quizá este rasgo el que lo ha convertido en uno de los pensadores más influyentes en su campo.
Roland Barthes fue siempre un apasionado del teatro, ya fuera como espectador, como testigo, como crítico o como agitador cultural, y todo eso en una época excepcional, en la que se dibujaron las grandes líneas del paisaje teatral de hoy. Dominados por el modelo de la Grecia antigua y por la revelación brechtiana, los textos de Barthes, tanto los editoriales como las críticas de espectáculos ya imposibles de ver, o los elementos de historia, de teoría o de política, tocan la esencia misma del teatro, en su capacidad de llegar hasta nuestra vida íntima y nuestra existencia social.
Con clásicos como El grado cero de la escritura, Sobre Racine o S/Z, el escritor francés Roland Barthes sentó las bases de una aproximación a la literatura que tomara los presupuestos del estructuralismo y la semiología como fundamento para la creación de una verdadera ?ciencia del texto?. Sin embargo, todo ello no surgió de la nada. Ya en los años cuarenta, Barthes empezó a concebir una poética hermenéutica en la que la crítica se convirtiera también en creación y la interpretación del texto surgiera de la escritura misma. Este libro pretende seguir ese itinerario, a lo largo de más de treinta años de labor intelectual, y mostrar al lector todos los pasos intermedios. De André Gide a Albert Camus, de Jean Cayrol a Alain Robbe-Grillet, de Stendhal a Guy de Maupassant, los textos aquí reunidos atraviesan la historia de la literatura francesa con espíritu inquieto e incisivo y, lejos de convertirse en una simple recopilación, terminan siendo el testigo de dos trayectos paralelos: el de la cultura europea desde la posguerra hasta los umbrales de la posmodernidad, una época de gran excitación cultural en todos los campos, y el del propio Barthes, personaje privilegiado de esa apasionante historia y sin duda uno de sus máximos representantes.
?Hace unos días una estudiante vino a verme. Me pidió que preparara un doctorado sobre el tema siguiente: Crítica ideológica de la semiología. Me parece que en esta pequeña escena están presentes todos los elementos a partir de los cuales es posible esbozar la situación de la semiología y su historia reciente: Se encuentra en ella el proceso ideológico, es decir, político, al que se somete con frecuencia a la semiología... En segundo lugar, la idea de que aquel a quien esta estudiante se dirigía era uno de los representantes de esta semiología... Por último, la intuición de que, en el papel de semiólogo semioficial que ella me atribuía, subsistía cierta vibración, cierta duplicidad...: de ahí esa especie de leve amistosidad que esta escena, llena de coquetería intelectual, me ha dejado en el recuerdo.? Roland Barthes
El susurro denota un ruido límite, un ruido imposible, el ruido de lo que, por funcionar a la perfección, no produce ruido; susurrar es dejar oír la misma evaporación del ruido: lo tenue, lo confuso, lo estremecido se reciben como signos de la anulación sonora. Y en cuanto a la lengua, ¿ìede susurrar? Como palabra parece ser que sigue condenada al farfulleo; como escritura, al silencio y a la distinción de los signos: de todas maneras siempre quea demasiado sentido para que el lenguaje logre el placer que sería el propio de su materia. Pero lo imposible no es inconcebible: el susurro de la lengua constituye una utopía. ¿Qué clase de utopía? La de una música del sentido. La lengua, susurrante, confiada al significante en un inaudito movimiento, desconocido por nuestros discursos racionales, no por ello abandonaría un horizonte de sentido: el sentido, indiviso, impenetrable, innominable, estaría, sin embargo, colocado a lo lejos, como un espejismo? el punto de fuga del placer. Es el estremecimiento del sentido lo que interrogo al escuchar el susurro del lenguaje, de ese lenguaje que es, para mí, hombre moderno, mi Naturaleza.
Del 26 de octubre de 1977, el día siguiente a la muerte de su madre, al 15 de septiembre de 1979, Roland Barthes escribió un diario de duelo. Las 330 entradas reunidas en este diario, la mayor parte de ellas con fecha, constituyen un testimonio inestimable que había permanecido inédito en su lengua original hasta el momento. La Biblioteca Roland Barthes se complace en poner al alcance del lector español esta obra.
En toda obra literaria se afirma una realidad formal independiente de la lengua y del estilo: la escritura considerada como la relación que establece el escritor con la sociedad, el lenguaje literario transformado por su destino social. Esta tercera dimensión de la forma tiene una historia que sigue paso a paso el desgarramiento de la conciencia burguesa: de la escritura transparente de los clásicos a la cada vez más perturbada del siglo XIX, para llegar a la escritura neutra de nuestros días. Esta relación entre literatura e historia (entre el escritor y la sociedad) aparece ilustrada en el presente volumen por estudios sobre diversos autores: de La Rochefoucauld y Chateaubriand, a Flaubert, Proust, Verne y Loti.