Los moldes del miedo están acuñados desde el principio de los tiempos, sólo cambia el decorado y el carácter de los personajes que lo padecen. Por eso, en esta antología de cuentos de terror de escritores españoles del primer tercio del siglo XX encontraremos casos de ese terror universal vestido a la usanza del país y en escenarios que nos son conocidos. Algunos de los escritores más notables de la época están presentes en estas páginas: Carmen de Burgos, Valle-Inclán, Pío Baroja Zamacois, Julio Sawa, Pérez Galdós. También están algunas de sus más extrañas creaciones.
Benito Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria, 1843-Madrid, 1920) es, por la extensión y calidad de su obra, el autor más representativo del realismo decimonónico español. A Galdós le correspondió -aunque había otros autores de importancia como Clarín,
El autor, Rafael de Morales es doctor en Filología en la Universidad Complutense de Madrid, profesor de literatura, y autor de una amplia obra de investigación. Recientemente ha publicado un amplio compendio del estado actual de los idiomas de la humanidad.
Desde Trafalgar, donde la tragedia del combate naval es relatada por un superviviente, o La corte de Carlos IV, que mezcla el ambiente del mundo del teatro con la aurora que anuncia la primera guerra carlista, hasta El 19 de marzo y el Dos de Mayo. La serie recoge cuatro episodios protagonizados por Gabriel de Araceli, quien defiende el derecho a la resistencia frente al invasor extranjero. Una cuidada edición que, partiendo de la publicada en Madrid en 1882, recupera las ilustraciones de los hermanos Enrique y Arturo Mélida, Lizcano, Pellicer, Ferriz y Sojo, entre otros. Volumen I: Trafalgar / La corte de Carlos IV / El 19 de marzo y el Dos de Mayo / Bailén. Volumen II: Napoleón en Chamartín / Zaragoza / Gerona. Volumen III: Cádiz / Juan Martín, el Empecinado / La batalla de los Arapiles
En nuestra sociedad actual tiene gran importancia todo lo que tiene que ver con lo visual, no en vano nuestros actos se hallan regidos, en buena medida, por la visualidad, como sucede con las paradas de autobuses, teléfonos móviles, carteles publicitarios, etc. Por eso es de gran interés abordar el estudio de lo visual en la narrativa, un tipo de manifestación artística que de por sí no es visual; de hecho, de todos los géneros literarios es el que menos apela a los sentidos. Una época muy adecuada para abordar este estudio es la del Realismo del siglo XIX, ya que la literatura de este periodo pretende abarcar la realidad en toda su magnitud. En este sentido, un autor muy adecuado para llevar a cabo el estudio de lo visual en la literatura es el insigne novelista canario don Benito Pérez Galdós, ya que es el máximo exponente de la novela realista en España. De las páginas de sus creaciones emana toda una sensación de vida y suponen un auténtico documento de primer orden para conocer cómo era aquella época, cómo eran las casas, cómo se vestía y se relacionaba la gente y cuáles eran las preocupaciones cotidianas.Para acercarnos al estudio de lo visual en la novelística de Galdós he decidido oportuno centrarme en algunas novelas de la época de su plenitud literaria, es decir, en las primeras novelas contemporáneas que tienen como escenario y protagonista presente, y siempre latente, la ciudad de Madrid.Pero antes de llevar a cabo el estudio de la visualidad es de gran importancia abordar la representación del espacio, uno de los parámetros más importantes de toda obra narrativa, junto con el tiempo y los personajes, porque en él se integran todos los aspectos visuales a tratar. La importancia de la presentación del espacio en las novelas estudiadas estriba en que, en la mayoría de las ocasiones, sirve para llevar a cabo una crítica contra instituciones que en la época de Galdós ya no son consideradas tan intocables, como la Monarquía o la Iglesia. Los parámetros visuales, por su parte, tienen la importancia de que la mayoría de ellos se encuentran en relación, de un modo u otro, con la representación de los personajes, es decir, para definirlos, tanto desde el punto de vista físico, como en lo moral, pues no debemos de olvidar que Galdós es creador de grandes caracteres de ficción presentados con tal viveza que se acercan casi a la categoría de personas.Todos los aspectos espaciales y visuales, abordados en el presente estudio, suponen un recurso del que se vale el novelista canario para conferir una realidad de carácter estético y un mundo narrativo que sabemos que es ficcional, pero que el lector llega a percibirlo con una carga de realidad más intensa, incluso, que la propia realidad contingente.
El gran friso narrativo de los Episodios Nacionales sirvió de vehículo a Benito Pérez Galdós (1843-1920) para recrear en él, novelescamente engarzada, la totalidad de la compleja vida de los españoles -guerras, política, vida cotidiana, reacciones populares- a lo largo del agitado siglo xix. LA REVOLUCIÓN DE JULIO de 1854 fue el estallido de una situación política insostenible, fruto de un tiempo en que la conspiración, como sugiere Galdós, era prácticamente la ocupación nacional favorita. Interrumpido en el episodio anterior -«Los duendes de la camarilla»- el diario de Pepe Fajardo, proveniente de «Narváez» (BA 0332), da ameno conocimiento de los hechos históricos, con los que se entrevera una romántica historia de amor.