Estudio que tiene como objetivo rastrear la influencia del teatro francés del siglo XIX sobre la dramaturgia de Oscar Wilde. Dramaturgos como Scribe, Sardou, Labiche o Dumas han sido apuntados como precursores de escenas, personajes y parlamentos presentes en las comedias de sociedad de Wilde.
En esta obra, Oscar Wilde, uno de los mejores literatos del habla inglesa, plasma su maestría literaria por medio de la descripción de ámbitos surgidos de las vetas más abisales de la tradición literaria occidental. En esta recopilación de sus mejores cuentos, este vehemente escritor inglés presenta narraciones como El Principe Feliz, El Gigante Egoísta y El Rey Joven, que expresan una percepción del mundo más allá de las desigualdades y las restricciones del ser humano que repentinamente encierran al hombre en medio de sus inquietudes primordiales.
«Todo gran poema es a la vez un producto histórico, una construcción técnica y un don divino, que confluyen en el poeta, quien es así de todo responsable y de todo receptivo. Volviendo los ojos al abismo del que ven surgir las propias palabras, algunos poetas han preguntado por el fundamento de la existencia, por la benevolencia que los constituye creadores, por Dios y su posible manifestación histórica. Otros, yendo más lejos, fijan su mirada en Cristo, y desde él, indagan las relaciones que unen la existencia humana con el Misterio» (Olegario González de Cardedal). Cuatro poetas en cuya obra se hace especialmente presente el misterio del hombre, de Dios y de Cristo, cada cual desde una clave distinta: ética (Machado), estética (Oscar Wilde), narrativa (Jean Paul) y dramática (Unamuno). Desde ahí se articula una reflexión sobre arte y revelación, sobre el Logos hecho historia, sobre Cristo, el inocente absoluto, entregado a la muerte. Para el autor de este libro el desencuentro entre poesía y teología fue mortal para ambas; volver a conjugarlas es la bella tarea a la que dedica estas páginas, otorgando a cada persona su voz, tiempo y duración propia.
Durante su gira de 1882 por Estados Unidos, Oscar Wilde sobrevive a un asalto en el casino de Leadville, Colorado; se gana la amistad del célebre empresario teatral Edmond La Grange y, al desembarcar de nuevo en el Viejo Continente, ve cómo un caniche aparece muerto en una de sus maletas. Pero este pequeño drama canino no va a ser más que el preludio de una tragedia mucho más terrible. Como habían acordado, Wilde viaja a París para ayudar a La Grange con un montaje de Hamlet. Y allí se convertirá en testigo de la epidemia de suicidios que comienza a cebarse en los miembros de la compañía. A menos, claro está, que haya una mano negra detrás de todo el asunto... Oscar Wilde, Sir Arthur Conan Doyle y la gran intriga victoriana regresan en este tercer episodio de la saga creada por Gyles Brandreth, quien una vez más demuestra que su ingenio y dotes de sabueso no tienen nada que envidiar a las de sus protagonistas.
Prólogo de Luis Antonio de Villena sobre el primer wilderanismo en España / Se cuenta que en la aduana norteamericana y ante la pregunta del oficial de turno de si tenía algo que declarar, Wilde contestó sin inmutarse: «Aparte de mi genio, nada.» Es difícil imaginar que detrás de esta jovialidad y bonhomía, detrás del desenfado y el fino humor de los que Wilde hizo gala incluso en los momentos más duros de su existencia, se esconda en el fondo una gran tragedia humana. Tragedia de la que, por cierto -y aunque el temperamento de Wilde contribuyera en no poco a ello-, fue la principal responsable una sociedad pacata e hipócrita como la británica de su tiempo. No poco del valor e interés de esta Vida y confesiones de Oscar Wilde podría achacarse -a diferencia de otras biografías sobre el autor de La importancia de llamarse Ernesto- al conocimiento de primera mano por parte del autor, Frank Harris, de su biografiado, con quien compartió una larga amistad incluso en los momentos más difíciles de su juicio y encarcelamiento. Pero, por encima del compromiso personal y a la misma distancia de la denostación interesada o del ciego encomio del biografiado, al mérito fundamental de Harris sigue siendo dar todavía hoy, a través de observaciones psicológicas sorprendentes por su finura, valiosas claves de interpretación de un personaje complejo, con sombras y aristas que Harris no intenta ocultar al lector, pero al mismo tiempo conmovedor en su eterna persecución de la belleza. Con esta recreación de la figura de Wilde inaugura, pues, Biblioteca Nueva su Biblioteca Oscar Wilde, puesta al cuidado de Luis Antonio de Villena.