Uno de los episodios más enigmáticos en la vida de Friedrich Nietzsche lo constituye su relación con Cosima Wagner. Nietzsche nunca renegó de la atmósfera de amistad que en su juventud le unió a Cosima: «Por nada en el mundo quisiera sacar yo de mi vida los días de Tribschen, días de confianza, serenidad, de azares sublimes de instantes profundos». En sus últimas notas antes de hundirse en la locura identificará a Cosima con Ariadna. Y en el diario de enfermos del manicomio de Jena puede leerse el siguiente apunte de una frase pronunciada por él: «Mi esposa Cosima Wagner me ha traído aquí». Pero esta relación se desarrolló sobre el trasfondo de la poderosa personalidad de Richard Wagner. La influencia del compositor fue determinante en las ideas de Nietzsche sobre el arte trágico, la música y el pesimismo de los griegos. Gracias a Wagner, Nietzsche consiguió rasgar el velo de Maya de la fría filología, y el Maestro llegó a personificar para él sus intuiciones sobre el mundo griego y el porvenir de la cultura alemana. La posición de mediadora que pudo tener Cosima en esta vinculación con Wagner suscita constantes interrogantes. ¿Vio Nietzsche en Cosima la puerta de acceso al genio? ¿Encontró en ella una interlocutora más afín a su sensibilidad frente al terror reverencial que sentía el discípulo hacia el maestro? ¿Se aprovechó Cosima de Nietzsche tratando de ganarlo para la causa de Bayreuth? ¿No fue en realidad el llamado «idilio de Tribschen» una confluencia de intereses de la que tanto Wagner como Nietzsche sacaron provecho para sus ideas?
Humano, demasiado humano es un libro que, como el mismo Nietzsche dirá tiempo después, deriva de una transformación interior radical, que él vive como un auténtico proceso de curación de una enfermedad. En esta revisión retrospectiva señala el romanticismo como esa enfermedad de la que llegó a un punto en la vida en que no tuvo más remedio que depurarse. No hay otra manera de entender este libro y esta época, que partiendo de esta experiencia vital convulsiva que está de fondo. Solo a partir de ella se comprenden y cobran sentido sus tesis más arriesgadas.
Schopenhauer como educador, la tercera «consideración intempestiva» de Nietzsche, es una vindicación del quehacer filosófico en tanto que actividad libre, profesada por espíritus lúcidos, fuertes y severos, animados de un instinto de verdad más arraigado incluso que el de la vida. Nietzsche vio en el filósofo Arthur Schopenhauer la encarnación de este ideal. «Pertenezco a esos lectores de Schopenhauer que tras haber leído una primera página suya saben con certeza que leerán todas las demás». De aquél aprendió que «vivir es estar en peligro», y que el pensamiento no debe ceder su autonomía ni frente a instituciones que aparentan favorecerlo ni ante la caterva de intelectuales de cátedra y de salón que han perdido el gusto por la sabiduría, aceptan la verdad establecida y proclamada por la mano que los alimenta y, en definitiva, ignoran qué es la verdadera cultura.
Nietzsche busca la "Aurora" de un nuevo mundo en una "transvaloración de todos los valores, en un decir sí y tener confianza en todo lo que hasta ahora ha sido prohibido, despreciado, maldecido".
«Este escrito, de poco más de ciento cincuenta páginas, de tono alegre y fatal, como un demonio que ríe [?], es un libro absolutamente excepcional; no hay nada más sustancioso, más independiente, más demoledor, más malvado. Si alguien quiere formarse brevemente una idea de cómo, antes de mí, todo se hallaba cabeza abajo, empiece por este escrito. Lo que en el título se denomina «ídolo» es sencillamente lo que hasta ahora fue llamado verdad. El ocaso de los ídolos, dicho claramente: la vieja verdad se acerca a su final». Así escribió Nietzsche sobre este libro en Ecce homo. Furiosamente denostado o alabado, y casi siempre mal interpretado, el autor de El ocaso de los ídolos lanza al lector la terrible sospecha de que quizás detrás de toda la acción humana, incluidas las moralmente más encomiables, se oculta el resentimiento de los débiles contra los más dotados para la existencia.
En este primer volumen de las Obras completas de Nietzsche, se recogen los apuntes, proyectos inacabados y obras publicadas redactadas entre 1858 y 1876. En parte, se trata de materiales inéditos o poco conocidos en castellano, en especial los pertenecientes al período anterior a 1872, y entre los que destacan los importantes estudios sobre Demócrito, Schopenhauer y Kant. Junto a esbozos autobiográficos y diarios de los años de formación en Pforta y en las universidades de Bonn y Leipzig, se encuentran gran cantidad de penetrantes observaciones sobre filología, música, historia, poesía y religión, con un estilo de pensamiento que modifica sustancialmente la imagen convencionalmente difundida del joven Nietzsche. En la obra estelar de este período, El nacimiento de la tragedia, y en los escritos que la preparan, brilla una nueva y original intuición de la cultura griega y de su sabiduría trágica, cuya profundidad y misterio Nietzsche trata genialmente de conquistar con sus potentes categorías de lo dionisíaco y lo apolíneo. Escrita en una prosa inaudita, construida sobre el paradigma de la deslumbrante orquestación musical wagneriana, era inevitable que provocase escándalo y polémica en el mundo académico. En fin, en los proyectos inacabados y en las Consideraciones intempestivas, Nietzsche lanza un desafío a la cultura moderna, envilecida por su servidumbre al dinero y al Estado, esforzándose por reconstruir la fisonomía de figuras e ideas incompatibles con el prosaico gusto pequeño-burgués. Porque la grandeza y la serenidad no pueden prescindir, en su opinión, de la familiaridad con el fondo trágico de la existencia.
Opera prima de Friedrich Nietzsche, El origen de la tragedia es una obra intrépida y chispeante, llena de arrojo intelectual y entusiasmo juvenil, que desconcertó y fue malinterpretada por sus contemporáneos. El propio Nietzsche la calificó quince años después como un libro imposible por la ambigüedad de su estilo. En ella, el joven catedrático universitario de Filología Griega enfocaba un problema en apariencia de corte académico y filológico como el de los orígenes de la tragedia griega. Pero lo hacía con tal audacia en su planteamiento, que su tesis traspasaba los límites de la filología clásica para ofrecer una visión metafísica y existencial del arte como producto de la tensión, la alternancia y la fusión de dos principios opuestos: lo apolíneo y lo dionisíaco, luz y oscuridad, razón e instinto, serenidad y embriaguez, orden y caos. El resultado fue una obra fascinante, notablemente híbrida y con una temeraria capacidad imaginativa, construida con datos filológicos y arqueológicos pero vivificada de un extremo a otro por un empeño filosófico. En todo caso -escribió su autor- aquí habla una voz extraña, el apóstol de un dios desconocido, pertrechado provisionalmente con el birrete de doctor; habla aquí el espíritu repleto de exigencias nuevas y aún inominadas, una memoria hinchada de interrogantes, de observaciones, de obscuridades; aquí habla algo como un alma mística, un alma de ménade que, atormentada y caprichosa, y casi irresoluta sobre si debe escaparse o entregarse, balbucea en cierto modo un extraño lenguaje.
En los años inmediatamente posteriores a la publicación de El nacimiento de la tragedia, Nietzsche dictó una serie de lecciones sobre la vida y la obra de Platón en la Universidad de Basilea, recogidas bajo el título de Introducción al estudio de los Diálogos platónicos. Poco conocidas incluso entre los especialistas, estas lecciones revisten una singular importancia para apreciar la riqueza y profundidad de su comprensión de la filosofía platónica. En ellas, con un manejo exhaustivo de la literatura secundaria de su época, Nietzsche discute el paradigma interpretativo dominante, representado por Schleiermacher, y no se limita a la tópica caracterización del platonismo como un ejemplo destacado de la " manía de trasmundos " . Así, una imagen distinta de Platón, más polivalente y de contenido filosófico más complejo que la que se limita a asociarlo al optimismo socrático y a la decadencia de la cultura trágica de los griegos, emerge de estas clases: una imagen que en muchos aspectos no supone un contrapunto al ideal nietzscheano del filósofo intempestivo, sino una prefiguración más del mismo. Presentamos aquí la única traducción del texto íntegro de estas lecciones existente hasta la fecha, con un amplio aparato de notas, basado en el cotejo de las fuentes originales, del que carece aún la edición crítica alemana.
El fragmentario ensayo de Nietzsche Sobre verdad y mentira en sentido extramoral es uno de esos raros textos filosóficos que entendidos y no entendidos en la materia coinciden en calificar de deslumbrantemente originales. Su autor lo compuso aún no cumplidos los treinta, en el verano de 1873. Pero el manuscrito no rebasó apenas el círculo de los amigos y permaneció largo tiempo inédito. viendo la luz por vez primera después del fallecimiento del pensador. Durante la primera mitad del siglo XX prevaleció entre lectores y comentaristas, incluidos los ideólogos nazis, la imagen del Nietzsche de última época, de perfil más bien profético-religioso, que se inicia con la magna obra Así habló Zaratustra. Pero después de la Segunda Guerra Mundial, ya entrados los años cincuenta, volvió a emerger en Europa el perfil, ya entrevisto por Lou Salomé, de un Nietzsche intelectualista, librepensador e ilustrado, con visos positivistas, que se interesa por el problema de la verdad y la crítica del conocimiento y se manifiesta en la trilogía, aparecida en la década de 1880, Humano, demasiado humano, Aurora y Gaya ciencia. Pero con entera independencia de su circunstancia histórica y del lugar que ocupa en la trayectoria intelectual de Nietzsche, este fragmento merece ser leído por sí mismo, por la originalidad de su visión, el brillo de sus imágenes y la facilidad retórica de sus argumentos y porque nos muestra algunas de las más hondas intuiciones de su autor, quien ejercita ya aquí, con la misma maestría que en sus obras de madurez, el análisis genealógico del sentimiento, el arte por él inventado de desenmascarar las ocultas raíces emotivas de nuestras actitudes y juicios de valor que luego cultivaría el psicoanálisis y más recientemente Michel Foucault quiso radicalizar.