En Palermo, a finales de los años treinta, un oscuro personaje comete un triple asesinato al que, sorprendentemente, no se da publicidad. En el posterior proceso, y a medida que pasan los días, una desagradable pero generalizada convicción empieza a hacerse patente : ni el abogado ni el fiscal, y casi ninguno de los miembros del jurado, parecen plantearse cuestiones como la posible enajenación mental o cualquier otra circunstancia atenuante que pudiera redundar en beneficio del inculpado. Todos dan por supuesto que el asesino sólo puede ser condenado a muerte. Con Mussolini en el poder, especialmente orgulloso de haber acabado con la inseguridad ciudadana, la pena de muerte parece constituir una premisa para dar validez a la máxima de que en Italia «se duerme con las puertas abiertas».
«B. es un gran pueblo siciliano lleno de personas extrovertidas, emprendedoras, agudas; los habitantes de B. son famosos por su astucia en toda Sicilia, puede incluso que en Italia. Producen limones, magos y hombres de genio. Mis amigos G., B. y S., dotadísimos cada cual en su campo, son de B.; y no son los únicos. Es un pueblo hermoso: bien cortado, rico en monumentos, circundado de limones y de mar. Una mafia poco vistosa, y por tanto muy seria. Algún delito de honor. Las relaciones entre las personas parecen ser abiertas y francas: entre familiares, entre amigos y enemigos, en el amor; pero la verdad es que la vida del pueblo se mueve como en dos planos: uno enfático y mistificador diálogo, luz, fiesta, y otro encerrado y secreto, corroído por la aspereza de la violencia y la desesperación. Es, en suma, el lugar donde los dos modos de ser de Sicilia, Catania y Palermo, el comercio y el feudo, el teatro y la soledad, confluyen: pero en dos planos distintos, sin encontrarse.» Una comedia siciliana reúne por primera vez en castellano veinticinco relatos del gran autor de Racalmuto, un imponente corpus de prosas y microhistorias escritas entre 1947 y 1975. Sciascia compone a través de piezas breves y brillantes una fotografía de Sicilia con todos sus matices: la Sicilia de la mafia, de la corrupción, de la injusticia, del arribismo y del transformismo político, pero al mismo tiempo también nos devuelve el retrato de un pueblo que siempre ha sabido de qué lado tenía que estar.
Ens trobem en un poble de l'interior de Sicília. Una carta anònima amenaça de mort el farmacèutic Manno, un home que fins aquell dia vivia tranquil, no havia fet mai cap mal a ningú, i no es ficava en assumptes de política. Però Manno no en fa cap cas i l'amenaça s'acompleix puntualment durant una cacera. Laurana, un jove professor d'institut, intentarà desvelar l'assassí enmig d'una xarxa de silenci i complicitat formada per la màfia, l'església i un grup de policies corruptes.Amb A cadascú el que és seu (1966), Leonardo Sciascia ens retrata el poble sicilià amb les subtils imbricacions polítiques de la màfia. Una novel·la negra amarga i irònica plena de la genuïna passió civil i narrativa característica de l'autor que al llarg dels anys ha servit d'inspiració a autors tan diversos com Andrea Camilleri, Vázquez Montalbán o Italo Calvino.
En abril de 1657, tras ser encarcelado en varias ocasiones y merecer castigos cada vez más severos por parte del tribunal de la Inquisición, el fraile Diego La Matina pasó de la exasperación a la locura hasta, finalmente, asesinar al inquisidor del reino de Sicilia, Juan López de Cisneros. Sin embargo, el caso del hereje La Matina, envuelto en la oscuridad, distorsionado por la leyenda, nunca llegó a esclarecerse, pues jamás se supo el «pecado» por el que fray Diego fue condenado en sus inicios. Vivamente interesado por este caso, y «porque la Inquisición está lejos de haber dejado de existir en el mundo», Leonardo Sciascia examinó los documentos de la época para averiguar cuál fue la herejía de fray Diego. Tal vez, se plantea Sciascia, fray Diego fue un hombre avanzado a su tiempo, con una visión poco ortodoxa del Evangelio y que murió víctima de los efectos no deseados de la represión del Santo Oficio, que «lograba hacer de un hombre religioso un hombre absolutamente irreligioso, radicalmente ateo».
Estas son las desventuras de un joven siciliano de buena familia, Cándido Munafò, desde la noche en que desembarcan los aliados en 1943, que es también la noche de su nacimiento, hasta 1977, año que revive París el mito revolucionario de mayo de 1968. Ignorado por padre y madre, crece junto al abuelo, un general de las milicias fascistas y, más tarde, diputado demócrata-cristiano. Este ser preguntón e incómodo, este «pequeño monstruo», terminará en manos de un preceptor, un cura párroco muy peculiar, también hereje por vocación, en quién encontrará al interlocutor ideal. Juntos, pedirán cuentas a los santones de las dos grandes Iglesias de nuestro tiempo : la católica y la comunista. «Las cosas siempre son sencillas», suele decir Cándido, pero es precisamente esta ansiedad suya por llegar al fondo de las cosas y llamarlas por su nombre la que le mete en tantos líos, condenado como está a conocer muy pronto la hipocresía que rige la ficción de la llamada vida civil.
En esta novela de fantapolítica, la obra más reciente de Leonardo Sciascia, su protagonista, Vice -un fumador empedernido que tiene colgado en su despacho el grabado de Durero El caballero, la muerte y el diablo-, es un vicecomisario de policía cansado y escéptico, carcomido por el cáncer, que investiga el laberíntico asesinato de un poderoso abogado y político, crimen aparentemente cometido por unos terroristas que se hacen llamar «Los hijos del 89», y que se identifican con la revolución Francesa. En esta ficción policíaca cunde un ágil y cáustico sarcasmo, una amarga reflexión sobre la desconcertante verdad de los seres humanos en un mundo donde «el diablo estaba tan cansado que prefería dejarlo todo en manos de los hombres, más eficaces que él».
En la Italia del siglo XVII, semejante en horrores e injusticias a la España del mismo período, una sirvienta, Caterina Medici, es condenada a la hoguera por la Santa Inquisición. Los motivos aducidos son que el dueño de la casa en que servía Caterina sufre extraños dolores de estómago y que un anterior patrono había estado perdidamente enamorado de ella. Esta anécdota, recogida por Alessandro Manzoni en Los novios, va a servir a Leonardo Sciascia tanto para reflexionar sobre uno de sus temas predilectos -la Justicia- como para contarnos las desventuras de Caterina, «bruja confesa». Poco a poco, con delicada piedad, sacará a la luz su matrimonio fallido, el trabajo en varias casas, el obligado abandono de sus hijos, los numerosos amantes y hasta un ocasional «comercio carnal con el diablo». Rescatando antiguos documentos y revisando las actas del proceso, el autor nos va sumergiendo progresivamente en los entresijos de una situación aterradora.
El 1 de octubre de 1862, trece personas son apuñaladas a la misma hora y en puntos equidistantes de la ciudad de Palermo. La investigación del crimen la llevará a cabo por el abogado Guido Giacosa, un piamontés recién llegado a Sicilia que, tras ser nombrado fiscal general en el tribunal de apelación de Palermo, tratará de demostrar que el verdadero instigador de los hechos es una importante figura de la clase dirigente interesada en reinstaurar el antiguo orden borbónico. El primer sospechoso en confesar su culpabilidad será Angel D?Angelo, quien no tardará en delatar al resto de implicados. Sin embargo, todo señala como máximo responsable al príncipe de Santa Elia, acaudalado y poderoso senador.Sciascia parte de un episodio histórico para construir un amargo retrato de las clases sociales que ostentan el poder, de su carácter abusivo y de los laberintos de corrupción que las envuelven. Desde un óptica lúcida y al mismo tiempo pesimista, el escritor siciliano configura un tortuoso relato sobre la derrota de la justicia y la vulnerabilidad de la sociedad ante la dominación de un Estado corruptible y degradado. A través del protagonista, Guido Giacosa, queda reflejada la impotencia del que lucha por imponer la verdad y la razón sobre la acomodaticia aceptación de un sistema político y judicial arbitrario.
Leonardo Sciascia no sólo se atrevió a abordar la realidad de las organizaciones mafiosas en sus novelas: también lo hizo abierta, valientemente, en las páginas de periódicos y revistas italianos. Al hilo de sucesos significativos ?asesinatos, casos judiciales?, el autor siciliano expuso a la opinión pública el fenómeno mafioso, y lo interpretó no como un hecho subversivo del orden establecido, sino como un sistema paralelo y especular respecto del Estado y de sus leyes. Sin miedo a sacudir los ánimos más conformistas, rompió el silencio que hombres e instituciones guardaban sobre el viejo problema, con lo que contribuyó a esa concienciación que llevó al Estado italiano a luchar de manera abierta contra la Mafia. Esta obra, que recoge los artículos publicados por Sciascia en la década de 1980, es un valioso instrumento para comprender el contexto de silencio, sigilo y protección que ha permitido a la Mafia, más allá de su estructura jerárquica, extenderse y perpetuarse.
En 1938, tras partir de Nápoles a Palermo en un viaje por mar, desapareció el físico siciliano Ettore Majorana, quien en su última correspondencia dirigida a un colega de la Universidad de Nápoles, donde impartía clases, expresaba su intención de suicidarse. La verdad de los hechos, sin embargo, no resultará tan obvia. Lo que en un principio se atribuye a un acto de locura esconde, por el contrario, muchos misterios. El joven científico, intuyendo la magnitud de sus hallazgos en torno a la energía atómica y su poder destructivo, y temeroso de las consecuencias que podrían derivarse en la Europa de Hitler y Mussolini, tal vez escogió el silencio, la huida y la renuncia a su condición de genio.Ésta es la controvertida hipótesis que plantea La desaparición de Majorana, una «novela filosófica de misterio», en palabras del propio Sciascia, que, partiendo de un hecho real, logra trascender los límites del género negro para configurar el retrato vital de un hombre de ciencias. La genialidad de Majorana, comparable a la de Galileo y Newton, según señalaba su mentor, el premio Nobel Enrico Fermi, y la desazón intelectual que le provocaba el binomio «ética y ciencia» son, pues, el verdadero núcleo narrativo de esta crónica llena de intriga.