Hacia 1930 un editor alemán le pide a un autor de ensayos políticos que escriba una novela de amor para compensar las pobres ventas de sus anteriores libros. El escritorcasualmente llamado Tucholskyaccede a los deseos de su editor y escribe una novela. En ella cuenta la historia de dos amantes, Kurt y Lydia, que veranean en un lugar tranquilo e idílico de Suecia, el castillo de Gripsholm. Pero las apariencias engañan, como descubrirán cuando una niña acuda a ellos para que la ayuden a huir del internado donde es sometida, junto al resto de sus compañeras, a una disciplina aterradora. El destino de los tres personajes se entrelazará en esta parábola en que las descripciones de la naturaleza y la inocencia adánica son tan exuberantes y líricas como amarga y certera la crítica de la barbarie y la irracionalidad humanas. Publicada por primera vez en 1931 y censurada por los nazis, El castillo de Gripsholm es un auténtico clásico de la literatura alemana.
Un dels assagistes més brillants de la República de Weimar, Kurth Tucholsky (1890-1935) procedia d'una família jueva benestant i començà a escriure aviat. En la Primera Guerra Mundial participà fent treballs d'oficina. Amb una breu excepció, es va mantenir dis-tanciat de tots els partits polítics per adoptar una perspectiva crítica des de la neutralitat. Una prosa clara i desacomplexada i una excellent punteria sobretot, contra una república de Weimar massa tèbia, que mantingué intacte l'antic aparat militar i judicial el convertiren en autor temut i admirat. El 1924, es traslladà a París com a corresponsal dels periòdics Vossische Zeitung i Die Weltbühne, i com a enviat de la secció alemanya de la Ligue pour la Défense des Droits de l'Homme et du Citoyen. Installat a Suècia des del 1930, amb l'arribada del Tercer Reich el 1933, s'hi quedà com a exiliat, ja que estava acusat de jueu, esquerrà, pacifista i antialemany. Hi va morir el 1935 per una sobredosi de barbitúrics. En català, fins ara només havia aparegut una selecció d'assajos periodístics seus. Establert a París, el 1925 Tucholsky va fer un viatge de dos mesos per les dues bandes dels Pirineus. En recollí les impressions a Ein Pyrenäenbuch, publicat el 1927 sota el pseudònim Peter Panter. Més proper de l'assaig literari i polític que del tradicional llibre de viatges, s'ha comparat amb Quadres de viatge, de Heinrich Heine, i amb Viatge sentimental per França i Itàlia, de Laurence Sterne. Tucholsky hi opta pel relat subjectiu, personal. Semblant al viatge que va fer al segle XIX H. A. Taine, el recorregut va de l'oest a l'est, resseguint els Pirineus des de Baiona, passant per Biarritz, Sant Joan de Peu de Port, Pau, Lorda, Andorra i altres llocs, i acaba a Albi, amb un emotiu homenatge al pintor Toulouse-Lautrec. Del llibre destaca el capítol dedicat a Lorda, on Tucholsky tracta de copsar aquell fenomen religiós de masses des d'angles diversos. En relatar les qüestions burocràtiques relacionades amb el pas de la frontera francoespanyola, reprèn el tema de la suspensió de la lliure circulació de persones, amb motiu de la Primera Guerra Mundial. Com que Tucholsky atacava el poder en totes les seues manifestacions, hi trobem temes com el militarisme i la guerra, l'administració de la justícia, la política i la societat, però també la literatura. La ironia i l'humor es troben arreu del llibre. Reflexiu, enginyós i entretingut alhora, el caracteritza la barreja de formes i d'estils: al costat de textos assagístics, hi ha descripcions de paisatges, pobles o persones; també hi ha el poema i la carta, notes erudites i bromes sarcàstiques. És, doncs, un llibre representatiu de la prosa de l'autor. A més, molts dels temes que s'hi comenten són encara o tornen a ser d'actualitat.
La lucidez característica de Kurt Tucholsky transforma las anécdotas aparentemente más banales en reflexiones sobre la naturaleza humana, alegatos contra la guerra y el nacionalismo, burlándose de la pedantería, la burocracia y las convenciones. ?Entre el ayer y el mañana?, cuya selección de textos fue realizada por la esposa del autor, analiza cómo vivían el día a día los ciudadanos alemanes de entreguerras, con una ironía y una comicidad que no ocultan el horror que se gestaba. Considerado por Hitler como uno de los representantes de la decadente literatura urbana (la que llamaron «literatura del asfalto»), Tucholsky sufrió los efectos de la represión nazi, que intentó silenciar esta voz tan singular.
Kurt Tucholsky (1880-1935) es uno de los más importantes autores alemanes del primer tercio del siglo, una época que produjo un grupo de geniales autores (B. Brecht, H. Mann, A. Zeweig...) comprometidos con su obra y su arte. Fue autor de numerosos trabajos literarios, entre los que destaca de forma especial «El palacio de Gripsholm», su obra más conocida y más querida por sus lectores (más de un millón de ejemplares vendidos en Alemania). En esta pequeña obra publicada por vez primera en 1931 están presentes todas las cualidades singulares de su autor. Aparentemente sin mensaje político, es solamente una «pequeña historia de amor», un pequeño «relato de verano», sin pretensiones. Una pareja de amantes, unidos además por una profunda amistad, pasa unos cortos días de felicidad en un lugar idílico en Suecia, lejos de la vida cotidiana. Contiene una inimitable mezcla de humor profundo, de ironía y melancolía, de romanticismo y realismo, escrita en un lenguaje chispeante, lleno de juegos de palabras y alusiones. Kurt Tucholsky, personaje complejo, distinguido y afable, tímido y agresivo, escéptico, sabía bien que, en el fondo, «con una máquina de escribir no se pueden frenar las catástrofes». Los acontecimientos que se iban produciendo en Alemania, el país que amaba y odiaba al mismo tiempo, le convirtieron en un hombre resignado y amargo. Unos días antes de suicidarse escribió en su diario: «Si ahora tuviera que morir, diría: ¿Y esto ha sido todo? No he entendido casi nada. Había demasiado ruido...».
En 1925, el escritor Kurt Tucholsky llegaba al País Vasco continental, engrosando así la interminable lista de alemanes que hay entre los investigadores de Eskual Herria, tal y como los vascos llaman a su país. En la Baja Navarra encontrará que sus habitantes son muy distintos del resto de ciudadanos de Francia y quedará fascinado con los bertsolaris y el juego de pelota, también con la cantidad de guardias civiles y curas a este lado de la muga y con la libertad de la que goza la mujer vasca. Su viaje por tierras vascas se prolongaría durante semanas, para partir luego hacia el macizo central y acabar en Perpiñán. Su mirada es crítica y mordaz; no idealiza en absoluto lo que ve, no percibe la agonía de un pueblo, sí su vitalidad y, tal vez, su anacronismo. A través de su pluma alegre y satírica, traza un libro de viajes totalmente inusual para la época, divertido a la par que solemne, en el que habla con frescura y humanidad de individuos corrientes, sancionando ferozmente la autoridad del Estado, la Iglesia y la estupidez general imperante en el mundo. Incluye fotografías originales de la primera edición y una extensa biografía del autor. "Me ha agradado que haya uno más en esta sombría Alemania cuya manera de pensar y cuya moral socio-literaria me resulte tan cercana y afectuosa. No me ha agradado menos el hecho de que un antinovelista, un hombre de la prensa, sea capaz de escribir frases tan esmeradas, lúcidas y adecuadas" (Hermann Hesse) La astuta malicia con la que Tucholsky se mofaba de la República, de todas sus torpezas y falsedades, recordaba de lejos a Heinrich Heine. Había en él una parte de la gracia y la saña del gran poeta, sólo que muy poco de su ternura (Golo Mann) "El pequeño gordito berlinés que quiso prevenir una catástrofe con su máquina de escribir" (Erich Kästner) Tucholsky tenía un olfato instintivo para reconocer la calidad de una obra maestra. Ya en 1926 calificó El proceso de Franz Kafka como el libro más inquietante e intenso de los últimos años (Reich-Ranicki, el más reconocido crítico literario alemán del siglo XX)