Técnicas de Dibujo es un clásico de la educación artística. Su propósito, según el autor, es enseñar a dibujar, lo que quiere decir, enseñar a ver. Para ello nos expone unas leyes de composición artística, basadas en la observación de la Naturaleza, al
Ruskin decía que su mente trabajaba como un símil de Virgilio, muchos pensamientos en uno. Los mitos griegos se entrelazan en La reina del aire como un sedoso damasco que su autor se encarga de desurdir para nosotros mediante un diálogo constante con el lector. Una vez dejamos que Ruskin nos guíe a través de los mitos de Atenea, resulta difícil volver a pensar en ellos, si es que alguna vez lo hemos hecho, como historias excéntricas u obsoletas. Por el contrario, la interpretación que nos brinda resulta tan perspicaz y elocuente que plantea cuestiones tan urgentes como dispares. Por eso, al leer sobre los fundamentos de la arquitectura, las familias de plantas o las deficiencias del modelo económico, no hay que tirar de los temas como hilos molestos que sobresalen de un tejido. Todos tienen su lugar, y veremos que se entretejen hermosa y sabiamente si aprendemos a confiar en la unidad que preside una obra tan rica y compleja como La reina del aire.
Resulta imposible resumir en el brevísimo espacio de una solapa la personalidad y la obra de John Ruskin (1819-1900), pero trataremos de presentar en unas pocas líneas al autor de El rey del Río Dorado o los hermanos siniestros diciendo tan sólo que esta deliciosa obrita es todo un clásico de la literatura infantil inglesa y que ha sido reeditada multitud de veces en el último siglo y medio. Nuestro autor escribió este relato para la que habría de ser su joven esposa, Effie Gray, en 1847, y lo publicó por vez primera en 1850, siendo esta su única incursión en la narrativa. Ruskin fue, sobre todo, más que un escritor al uso, pese a la reconocible belleza de su estilo, un reformador estético y social, y su obra ensayística es gigantesca y aborda una infinidad de temas, aunque son los relacionados con la pintura y la arquitectura los que le hicieron universalmente conocido en su tiempo. Las piedras de Venecia y Las siete lámparas de la Arquitectura siguen siendo, quizás, sus libros más representativos. Nuestra edición de El rey de Río Dorado está traducida por Victoria León y prologada por Luis Alberto de Cuenca.
Éste no es un libro de arquitectura. Es cierto que en sus páginas el lector encontrara profusión de enseñanzas sobre el arte de crear edificios, porque el texto nació como un ensayo sobre conceptos arquitectónicos. Pero en la obra maestra de Ruskin hay mucho más. Para el gran esteta inglés, en la arquitectura estaba “el principio de las artes”, que el resto de bellas artes, como la pintura o la escultura, debían seguir en “modo y método”. Por eso, al sentar las bases de una nueva forma de entender la arquitectura. Ruskin abrió el camino a una nueva manera de hacer arte.
Recoge exactamente 111 fragmentos de diversa extensión tomados de la obra del escritor y crítico victoriano John Ruskin (1819-1900). Sus cinco apartados (naturaleza, arte, arquitectura, sociedad y economía, autobiografía) se corresponden con los intereses
En este libro, joya exquisita de la literatura victoriana, encontrará el lector algunas de las más admirables historias que sobre hadas, duendes, gnomos y demás criaturas feéricas se han escrito. Son las hadas creaciones de la fantasía, pero también restos de las antiguas divinidades y, sobre todo, sustancias del alma venidas para dar nombre a las inquietudes de la infancia, esa edad misteriosa cuyos recuerdos agitan todavía el agua del espejo y mueven las cortinas del dormitorio. Se reúnen en esta antología obras de algunos de los más grandes autores de la era victoriana: John Ruskin, Lucy Lane Clifford, Mary de Morgan, Maggie Browne, Mark Lemon, George MacDonald y Christina Rossetti. Para ilustrar sus textos se han escogido imágenes de los mejores ilustradores de la época. En su introducción, Jonathan Cott estudia los cuentos desde una perspectiva histórica, explora sus dimensiones espirituales y psicológicas y afirma que fueron estos autores quienes lograron devolver a la literatura inglesa la sabiduría telúrica y animista que la tendencia dominante de la cultura victoriana se empeñaba en denostar.
El Doctor Johnson decía que leer a Milton era antes un deber que un placer. John Ruskin (1819-1900) pertenece a esa ilustre y rara familia de escritores puritanos ingleses que hacen de toda lectura un examen de conciencia -en su caso, una apocalíptica " visión " - sin renunciar a los placeres de la imaginación. Ruskin es recordado sobre todo como fundador de la moderna crítica de arte y, sin embargo, el carácter " mosaico " de su obra, que incluye su faceta de dibujante, recogida en esta edición, hace difícil clasificarlo. Para el lector actual esa dificultad puede ser un desafío que haga de su descubrimiento tanto un placer como un deber. " Sésamo y lirios " ha sido el libro más leído entre el público de Ruskin, el " mundo de lectores " por excelencia. Se trata, de hecho, de una obra en torno a cómo y por qué leer, pero ante todo de una característica interpelación a los oyentes (después lectores) de sus conferencias sobre lo que esperan de su educación -por su naturaleza ética como propietarios de " los tesoros de los reyes " y " los jardines de las reinas " - y sobre la influencia de esa esperanza en su manera de afrontar el " misterio de la vida y sus artes " . Esta edición recoge por vez primera todos los textos (prefacios y conferencias) que, en uno u otro momento, formaron parte del libro que fascinó a Marcel Proust, que podría considerarse la puerta de entrada al " Tesoro de los Libros " .
En 1845, el mismo año en que Ruskin visitó Florencia por vez primera, Thoreau escribió enWalden: La mañana es la hora del despertar. Es entonces cuando estamos menos soñolientos y, al menos durante una hora, despierta una parte de nosotros que dormita el resto del día y la noche. Treinta años después,Mañanas en Florencia sería más que una guía de arte para los viajeros ingleses del siglo XIX: una obra destinada a despertar la fe en la mirada del público, a recordarle que el tiempo de su visita a las grandes iglesias de la cristiandad en Florencia había de tener la calidad de las mejores horas del día. Cada día se concentra para Ruskin en la mañana, y cada una de las seis mañanas de esta singular creación se vuelve el marco iconográfico de una revelación distinta. Ruskin escribió que un libro no vale nada si no valemucho. La relectura de estas páginas desborda sus circunstancias por el propósito de grabar en la mente del turista una lección sobre el bien absoluto del arte medieval. Las pinturas de Giotto, los temas del libro abovedado o los relieves de la torre del pastor forman parte de un recorrido que permite apreciar tanto la belleza inmortal de la ciudad italiana como el modo en que Ruskin convirtió el arte en lengua paterna de la religión de la humanidad. JOHN RUSKIN nació en Londres el 8 de febrero de 1819.Hijo de un próspero comerciante de vino y una devota evangélica, fue educado bajo una severa disciplina. Estudiante en Oxford, escribió un panfleto en defensa del pintor J. M.W. Turner que derivó en su obra señera, Pintores modernos, compuesta a lo largo de más de veinte años. Tras la aparición de Las siete lámparas de la arquitectura, publicó varios volúmenes de Las piedras de Venecia (1849-1853), una verdadera historia cultural de la ciudad.A este último, el libro parafraseado por Gandhi, apareció en 1860. Le siguieron Sésamo y lirios y La reina del aire, entre susmejores títulos de esa época. Tras ocupar la Cátedra Slade de Arte enOxford comenzó a publicar Fors Clavigera (1871-1884), cartas a los trabajadores de Inglaterra. Dedicó parte de su herencia a fundar la sociedad utópica de St Georges Guild. CompusoMañanas en Florencia entre 1875 y 1877. Al año siguiente sufrió el primer ataque de fiebre cerebral. Una visita a las grandes catedrales francesas lo llevó a planear aún Lo que nos han contado nuestros padres, del que sólo escribió La Biblia de Amiens. En 1885 comenzó su autobiografía, Praeterita.
Ideas que han cambiado el mundo A lo largo de la historia, algunos libros han cambiado el mundo. Han transformado la manera en que nos vemos a nosotros mismos y a los demás. Han inspirado el debate, la discordia, la guerra y la revolución. Han iluminado, indignado, provocado y consolado. Han enriquecido vidas, y también las han destruido. Taurus publica las obras de los grandes pensadores, pioneros, radicales y visionarios cuyas ideas sacudieron la civilización y nos impulsaron a ser quienes somos. John Ruskin echó abajo las ideas sobre arte y arquitectura dominantes en la sociedad victoriana. Para él, en las obras arquitectónicas, lejos del ánimo de lucro, debe primar el afán por comunicar verdades humanas eternas y transmitir la historia viva de la sociedad que las produjo. Comentarios sobre la colección Great Ideas: «De veras que la edición es primorosa y pocas veces contenido y continente pueden encontrarse mejor ensamblados y unidos. ¡Qué portadas! Para enmarcar. [...] Ante las Great Ideas, solo cabe quitarse el sombrero. ¡Chapeau!» ABC «Taurus propone un doble envite con este lanzamiento. Por un lado aumenta su compromiso con el ensayo; por otro, recupera el gusto por la estética. A los volúmenes se les ha proporcionado una portada delicada y cuidada (copian el original británico) que invita a la lectura.» La Razón «Un fenómeno editorial.» The Guardian «Aparte de los contenidos, en general muy bien elegidos, son tan bonitos que si los ven seguro que cae alguno.» El País «Ideas revolucionarias, crónicas de exploraciones, pensamientos radicales... vuelven a la vida en estas cuidadísimas ediciones, muy atractivas para nuevos lectores.» Mujer Hoy «Grandes ideas bien envueltas. De Cicerón a Darwin, esta colección entra por los ojos.» Rolling Stone «Original y bella iniciativa la emprendida por Taurus con su colección Great Ideas.» Cambio 16 «Hay libros inmortales, libros únicos que contienen pensamientos y reflexiones capaces de cambiar el mundo, tesoros en miniatura reagrupados en la colección Great ideas.» Diario de León