Jean Cocteau afirmó ser al mismo tiempo el poeta más desconocido y el más célebre. Su gran abanico creativo y su constante presencia pública le dieron fama, pero el eterno enfant terrible se consideraba poeta por encima de todas las cosas. «La mentira que siempre dice la verdad» es la primera antología que se publica en España de los versos del francés, cuya trayectoria lírica surca más de medio siglo poético, desde los inicios marcados por los epígonos del simbolismo hasta la voz libre de su madurez. Perderse a Jean Cocteau es un crimen. Leerlo un placer que resitúa la figura de uno de los más grandes creadores del siglo XX.
La crida a lordre, publicat el 1926, és un dels llibres de poesia crítica i assaig de Jean Cocteau fins ara inèdits en català en una edició completa, malgrat la importància i influència daquest poeta i artista en les avantguardes artístiques catalanes de la primera meitat del segle XX. A Catalunya, lany 1926, el grup promotor de la revista LAmic de les Arts ja començà a donar notícies de linterès de la seva obra. En el número sis de la publicació, Lluís Montanyà escriu un elogiós article sobre el llibre Le Rappel à lordre, manifestant la seva sintonia amb el contingut que defensa lescriptor, envers la nova música francesa. "Cocteau", diu Montanyà, "és levangelista de lavantguardisme francès. Le Rappel à lordre [La crida a lordre], sistema, mètode, crònica i justificació dels extremismes literaris, musicals i artístics, és el llibre de lestètica de Picasso, de Satie, de Pulenc, dApollinaire, de Max Jacob. Amb lorgullosa apologia i lemfàtica exposició duna escola, té tot el valor dun document i, a desgrat del seu autor, lexquisit atractiu duna acrobàcia intel·lectual."
El libro blanco es el retrato psicológico de un hombre atormentado a quien cada una de sus aventuras sentimentales abre una dolorosa herida en su alma, pues su drama procede no sólo de su extremada sensibilidad, sino también, y debido a ello, del no poder satisfacer su deseo sin que se vea afectado también el corazón. Como añade en su prólogo, El corazón es una cosa. El sexo es otra diferente. Ciertos objetos turban al primero, otros despiertan al segundo, sin la intervención del intelecto. En definitiva, Un vicio de la sociedad convierte en vicio mi rectitud, así resume el protagonista la narración desde su infancia hasta su madurez en un mundo de convenciones e injusticias sociales que lo llevan a cuestionarse su identidad por medio de un conflicto entre moral y sentidos, razón y sexualidad.
Cruzada la frontera de los cincuenta años, con la imagen de la muerte delante y con la guerra rozándole los talones, Jean Cocteau ha llegado a la conclusión de que «la comedia está ya muy avanzada». La dificultad de ser es el ajuste de cuentas que Cocteau hace consigo mismo, con el yo que fue en la época del esplendor social y con el yo que es en las angustias del presente. El autor de La sangre de un poeta escribe La dificultad de ser mientras rueda La bella y la bestia. Al ensalmo de esa joya del cine, el pasado emerge de un mar de sombras para acabar dando a luz un singular libro de memorias, donde las reflexiones morales se combinan con las literarias, y las unas y las otras con la evocación de personajes –Apollinaire, Max Jacob, Jean Genet y tantos otros– del mundo del arte y la literatura. En ocasiones –es el caso de Marcel Proust y de Nijinsky–, se diría que Cocteau nos los hace ver a través del ojo de la cerradura, sin que por ello se amortigüe el clima de ensimismado dramatismo que envuelve la obra, y nos muestra un Cocteau poco conocido, que trata del dolor, la amistad y la muerte, de la frivolidad y el gobierno del alma, como si estuviera redactando su De profundis.