En su nueva novela, Javier Tomeo, a medio camino entre Buñuel y Mary Shelley, vuelve a su territorio más querido y personal: los monstruos. Monstruos por exceso, monstruos por defecto, monstruos como camino de perfección, aprendizaje del otro y de las diferencias biológicas que nos hacen más humanos. Amor al otro, amor a las asimetrías, amor al prójimo por mucho que no cumpla las normas del orden establecido, normas que a su vez Tomeo cuestiona. Constructores de monstruos puede interpretarse como una metáfora del sutil proceso creativo de la propia ficción que Tomeo construye y revisa, hasta obtener el monstruo-novela en su quintaesencia. Ésta es la historia de dos constructores de monstruos, en una realidad paralela y siniestra a la que Tomeo se acerca desde su especial sentido del humor, negrísimo y goyesco
Hermógenes W. tiene el ojo derecho de color azul y el izquierdo verde y es inspector del cuerpo de recaudadores. Su misión: recaudar el dinero de los contribuyentes de la ciudad de Boronburg. Cuando baja del tren nadie le recibe en la estación y cuando llega a su hotel nadie le recibe en la recepción. Telefonea al Ayuntamiento y una voz le informa: «Aquí no hay nadie», y cuelga. Cuando cae la noche comprueba que en ninguna ventana se enciende la luz. ¿Está en una ciudad fantasma? ¿Todos los habitantes han huido ante una catástrofe inminente? ¿Ha habido una epidemia? La publicación de esta novela póstuma es el mejor homenaje a uno de los narradores más excéntricos y poderosos que ha dado la literatura española contemporánea. «Se le recuerda como un monstruo amable. Pero como dijo César Aira (otro que tal), el monstruo es una especie que consta de un solo individuo, es la especie sin posibilidad de reproducirse, de ahí que permanezca único para toda la eternidad, absolutamente histórico, absolutamente moderno. Tal es el privilegio de Tomeo» (Ignacio Echevarría, El Cultural).
La conversación nocturna entre Fedra y Godofredo, un enano adivino, republicano y socarrón, sentados en un banco, en el jardín de palacio de Teseo, a la luz de la luna y con los graznidos de un mochuelo en celo como música de fondo, constituye una de las novelas más irónicas y divertidas de ese formidable escritor que es Javier Tomeo. Ágil, desenvuelta, con el osado descaro y naturalidad con que el autor suele enfrentarse a temas tradicionalmente tan majestuosos como el amor, la cultura aquí griega, y lo aceptado como intocable, Pecados griegos, la nueva y esperada novela de este autor, cuyas obras se han traducido a numerosas lenguas y han conocido el éxito en numerosos países, hará las delicias del lector.
Una prostituta, harta de los malos tratos de su chulo, le abandona y conoce al acomodador de un cine, un hombre siniestro cuyo placer laboral consiste en controlar con una linterna a las parejas que se manosean en las últimas filas. Durante una semana, ambos personajes mantienen una peculiar relación que desembocará en tragedia. Ambientada en una capital de provincias, en los años cincuenta, ésta es una novela singular en la trayectoria de Javier Tomeo, que logra reflejar las inquietantes facetas que hacen de la vida cotidiana un enigma más cifrado aun que los sueños.
Un padre amantísimo sobrevive con su hijo prodigioso en el centro de un universo hostil. Los enemigos le acosan por doquier. Si el infeliz hombre mira hacia la izquierda, descubre a su enemigo de la izquierda disfrazado de obispo luterano. Ese canalla se esconde tras los visillos de una ventana, entre las macetas de geranios, y de vez en cuando finge aspirar el aroma de las flores. Si vuelve la mirada hacia la derecha, descubre al enemigo de la derecha, disfrazado de mandarín chino. No tiene escapatoria, porque existen también enemigos a su espalda y enemigos enfrente, dándole la cara. Todos le sonríen, cada cual a su modo, pero el hombre sabe que todos, sin excepción, esconden la daga asesina entre los pliegues de sus mantos rojos. Alpha Decay recupera esta estupenda novela de Tomeo, publicada por primera vez en 1974. Se trata de una de las obras favoritas del propio autor.
Libro póstumo de microrrelatos de Javier Tomeo con prólogo de Daniel Gascón, epílogo de Ismael Grasa y un apéndice de Antón Castro. Tengo una retina especial, un juego de espejos cóncavos y convexos, la realidad me entra por los ojos, la veo, la capto, me penetra, la siento y la devuelvo deformada en las cuartillas. La literatura puede ser una forma de protestar contra una situación. Primero llegan los poetas y luego los que luchan con las manos. Siempre ha sido así. Los monstruos son difíciles ejercicios de amor. [...] Yo no he superado a los monstruos, el monstruo es una metáfora, es una vía de perfeccionamiento interior, está ahí para que aprendamos a amarlo. Los animales te permiten conocer mejor el instinto de los hombres [...]; te ayudan a acceder al ser humano. A los microcuentos de esta edición les acompañan los textos escritos por tres de sus mayores conocedores: un prólogo de Daniel Gascón, un epílogo de Ismael Grasa y un apéndice, a modo de diccionario, redactado por Antón Castro, que recoge los términos más frecuentes del universo de Javier Tomeo.